martes, 7 de agosto de 2007

El agnosticismo




CARTA DE UN TEOLOGO A UN TEOLOGO

Estimado Victorio

He tenido la oportunidad de leer el artículo que has escrito bajo el título: ¿Puede un agnóstico ser cristiano? publicado en la página de Reflexión Teológica del periódico “Acontecer” (Nº 32 mayo/2007) de la Universidad Politécnica de Nicaragua. Varias personas en el campus universitario central, que han leído indudablemente tu artículo, me han consultado sobre qué es un agnóstico y que es lo que profesa. Sin el ánimo de entrar en un debate escolástico, debo confesarte que no puedo omitir el impulso de reacción sobre el particular, ni menos permanecer indiferente ante el argumento que presentas como respuesta a la pregunta planteada y quiero por lo tanto, con el respeto que me inspiras, compartir algunas puntualizaciones sobre el tema del agnosticismo y su relación con la fe cristiana.

1. Me hubiera gustado que comenzaras definiendo lo que es un agnóstico, porque tengo la impresión, aunque el término no es nuevo, que esta palabra no es muy conocida y muchos se confunden creyendo que un agnóstico es sinónimo de ateo. Aunque el agnosticismo (del griego agnosto, “no conocible”) tiene sus primeros antecedentes en los presocráticos (Gorgias) y en los escépticos de la Grecia antigua (pensamiento pos-aristotélico de la Hélade), el término lo inventó el biólogo Tomas Huxley como antítesis de “gnosticismo” y lo utiliza por primera vez en una reunión de la Sociedad Metafísica en 1869, para referirse a su propia convicción de que es imposible el conocimiento en muchas materias religiosas. En ella definió a los agnósticos como a las personas que niegan tanto el ateísmo como el teísmo y que aseguran que no es posible hallar respuesta a la duda metafísica de la existencia de un poder superior o Dios. Debo aclarar precisamente, que el agnosticismo es una postura religiosa o filosófica sobre la religión de acuerdo a la cual la existencia o no de un dios o una mitología de deidades, es desconocida y por lo tanto irrelevante. (La existencia o no de un dios no es irrelevante por ser desconocida, sino por no poder ser conocida u obtener ninguna certeza al respecto). Por otro lado, creo que partiendo de la premisa anterior, es una responsabilidad teológica establecer la diferencia entre un agnóstico y un cristiano, que no necesariamente sostienen puntos de contradicción, como suele suceder con el ateismo. Es necesario decir también, para quienes no saben, que en el agnosticismo existen variantes que van desde un agnosticismo débil, pasando por un agnosticismo apático, hasta un Teísmo agnóstico, en el que no se afirma conocer la existencia de Dios, pero sí se cree en El. Por tanto, un agnóstico no necesariamente, en sentido estricto, es alguien no cristiano. Muchos de los mejores filósofos y científicos modernos y contemporáneos de renombre, fueron cristiano asumiendo luego el agnosticismo, entre ellos Augusto Comte, William James, Immanuel Kant, David Hume, George Santayana y Herberto Spencer, Thomas Henry Huxley, Charles Darwin, Bertrand Russell etc.

2. La manera catequética (el método del Catecismo) en que inicias el artículo, es decir: con una pregunta básica hecha desde la misma fe, para responder enseguida con afirmaciones de fe; me trae el recuerdo del intercambio epistolar entre el filósofo ateo E. Bloch, y el teólogo utópico J. Moltmann, cuando el segundo afirmó: “Sólo un ateo puede ser un buen cristiano” y reposta Bloch: “Sólo un cristiano puede ser un buen ateo”. (Citado por J.M.Bonino). Este debate filosófico-teológico (Fe y Razón) comprueba en el fondo, que para llegar a una evidencia de Dios se requiere despojarse de los dioses falsos o de las dificultades a priori, y frente a esto un agnóstico no sobrepasa esa línea por principio. La pregunta con la que inicias tu reflexión es precisamente apologética, porque no parte del diálogo con el razonamiento del agnóstico para descartar los a priori, y permitir que este descubra, bajo su propia lógica, la racionalidad de la fe cristiana (el mensaje cristiano es una respuesta razonable a la experiencia existencial básica del hombre), sino que planteas la pregunta desde una premisa cristiana, negando el razonamiento del agnóstico en beneficio de la fe, y eso puede ser entendido como una forma de fideísmo (En la teología cristiana, fideísmo es cualquiera de los varios sistemas de creencias que sostienen, sobre variados argumentos, que la razón es irrelevante a la fe religiosa. De acuerdo a algunas versiones de fideísmo, la razón es la antítesis de la fe; de acuerdo a otras, la fe es anterior o más allá de la razón y, por lo tanto, ésta es incapaz de aprobarla o desaprobarla).Sobre este punto es interesante la posición de Tillich y su aporte al diálogo fe y razón. La relevancia del pensamiento de Paúl Tillich, uno de los más destacados teólogos contemporáneos, radica precisamente en su método de correlación, el cual explica el contenido de la fe cristiana por medio de cuestiones existenciales y de respuestas teológica en su mutua interdependencia. La Teología de las correlaciones de Tillich, apela a una teología kerigmática, o sea a una teología del mensaje cristiano, lo cual implica desembocar en una apologética cristiana, pero no de la manera en que se entiende tradicionalmente el término, es decir, una defensa o justificación del cristianismo, sino una teología de la cultura que permita llegar al hombre concreto de nuestro tiempo y a sus preocupaciones fundamentales, de modo que este hombre pueda encontrar en este mensaje respuesta pertinente.

Quiero remitirme a un buen consejo tomado del autor de la primera epístola de San Pedro (3,15-16) y que considero pertinente para el caso que nos ocupa, especialmente cuando un rasgo distintivo de la modernidad es la racionalidad. La fe cristiana siempre es fe situada y contextual, y esto implica que para ser comunicada, en cuanto Evangelio (Buena Nueva), debe tener al menos tres pre-condiciones fundamentales para el diálogo; sobre todo cuando se trata de enfrentar al hombre nihilista y a la sociedad Light de hoy: a) Razón. Esto significa que la comunicación de la fe no puede prescindir de su argumentación lógica (no confundir con un silogismo especulativo o retórico); sin ello, el receptor no puede comprender una idea nueva, no puede entender nuestra esperanza y nuestra experiencia de fe. b) Mansedumbre. La mansedumbre es la postura de quien propone y no impone. Sin mansedumbre el diálogo se pervierte en una imposición autoritaria de una idea. c) Respeto. Esto significa apertura para oír lo que el otro tiene que preguntar y hablar. (La cristiandad que se impuso con la invasión española en tierras de América, y luego las misiones de fe de los protestantes, violó estos tres pre-condición)

Para dialogar con el mundo donde hay agnosticismo, ateismo y teísmo, el cristiano debe estar dotado de una cierta racionalidad en los argumentos que quiere explicar, dentro de los límites del conocimiento humano, por otro lado debe poseer un férreo espíritu de mansedumbre y respeto en el diálogo con la sociedad moderna y sobretodo con los no cristianos. La modernidad nace precisamente con el intento del hombre de buscar en el pensamiento mismo una verdad indubitable: una verdad que no ofrezca ni un solo aspecto que pueda prestarse a la duda. (Descartes).

3. La manera en cómo abordas el tema y respondes a la pregunta ¿Puede un agnóstico ser cristiano? me deja muy insatisfecho, primero por que no especificas lo que sostiene el agnosticismo y sólo dejas entrever que el agnóstico “puede llegar a ser cristiano no en virtud de sus dudas, sino por la plenitud de la luz de Dios”…..esta afirmación pareciera confundir el agnosticismo con el escepticismo, (corriente diferente al agnosticismo que se caracteriza por ponerlo todo en duda). Este argumento me presenta algunas dificultades filosóficas y teológicas: si el agnóstico se afirma en el peso de la razón para sostener verdades, y no confía en otras posibilidades para conocer, ¿cómo entonces podrá abandonar su mayor certeza, la razón, para creer en algo que no le ofrece garantía evidente? Aquí entramos en la vieja y clásica discusión de las pruebas de la existencia de Dios, que los padres escolásticos atizaron con no poca vehemencia, desde el argumento ontológico en el Proslogion de Anselmo hasta la Suma Teológica de Tomás de Aquino. En virtud de no poder llegar a una conclusión satisfactoria del debate filosófico-teológico, el problema de la existencia de Dios evolucionó en el tiempo, hacia la modalidad del agnosticismo y ahí encontró un espacio más cómodo para instalarse, porque era mucho mejor ser agnóstico que ateo.

El clima intelectual actual no es el mismo que en otras épocas, el agnosticismo ha tomado una forma algo diversa en Europa y en el mundo anglosajón. En América Latina el tema de Dios no es tanto objeto de debates metafísicos, muy propio de pequeños círculos ilustrados y burgueses, sino de una realidad incuestionable, omnipresente y manifiesta en una visión providencialista de la vida y de la historia. Muchos positivistas lógicos y filósofos analíticos han argumentado que el problema con el teísmo no es de evidencia o de argumento, sino de significado y coherencia lógica. Si el discurso religioso se entiende como declaraciones cuasi científicas sobre la naturaleza de la realidad y de un ser trascendente, surgen problemas insolubles. "Dios existe" y "Dios me ama" deben entenderse como carentes de sentido acerca de la realidad, es decir, no hay nada en la experiencia sensorial que actúe en pro o en contra de su verdad, porque Dios no es una idea, un sentimiento, ni un concepto que dependa de una ecuación silogística. Si afirmamos, por el contrario, que Dios está en los designios de la naturaleza como realidad manifiesta (la clásica teología natural refutada por Kant), se puede caer en una suerte de panteísmo, es decir, la identidad del ser de Dios con el conjunto (pan) de la realidad. Muchos de los que rechazan el teísmo y el cristianismo prefieren definirse como agnósticos más que como ateos, por dos motivos. Primero, el agnosticismo evita el estigma social del ateismo, que no es tan respetable como el agnosticismo. En segundo lugar, el agnosticismo al menos parece evitar el peso de la prueba: afirmar o negar una cosa requiere una razón, pero profesar ignorancia no requiere ninguna. Aunque puede haber cierta respetabilidad intelectual en abrazar el agnosticismo, William James indica que en ello hay un gran peligro práctico. James observa que hay algunas preguntas reales, trascendentales y obligadas. Uno debe creer o descreer, incluso si la evidencia es ambigua, o arriesgar una gran pérdida; según James, ése es el caso de la cuestión de la existencia de Dios.

Para los cristianos, la evidencia de la existencia de Dios y la verdad del cristianismo se decide absolutamente en la autorevelación de Dios testimoniada escrituralmente en la Biblia y en la encarnación de Jesucristo; y no en evidencias empíricas. Es por este motivo que la ciencia, sostenida en la evidencia demostrable, no puede pronunciarse sobre un hecho sostenido en una verdad de fe (dogma de fe), de igual modo que la fe no puede justificar su verdad en una evidencia científica, lo que no implica necesariamente una negación ni exclusión entre fe y razón. San Agustín decía que la fe no sustituye a la inteligencia y tampoco la elimina, por el contrario la fe la estimula y promueva. La fe es un cogitare cum assesione, un modo de pensar asintiendo. El santo comprendía la fe en un doble sentido: credo ut intelligam e intelligo ut credam (creo para entender y entiendo para creer).


Guillermo Gómez S.

guidase@yahoo.com

cielac@upoli.edu.ni

2 comentarios:

CarlosFriki dijo...

Me encanta el articulo.
Creo que el cristiano debe de estar en la linea de la fe sin olvidar la verdad adsoluta de la ciencia, nada debe de estar fuera de nuestra capacidad para analizar y razonar.

Unknown dijo...

Cordial saludo

Respetuosamente pongo a su disposición la siguiente información que nos puede ayudar a nuestro desarrollo espiritual y conocer una gran enseñanza. ”Un ser humano que sigue la verdad no conoce ningún prejuicio, pues una opinión preconcebida obstruye la búsqueda, el descubrimiento y la honestidad misma”.

Esta enseñanza, está aquí: es.figu.org y en el Talmud de Jmmanuel http://el-talmud-de-jmmanuel.blogspot.com/

Este Talmud son las verdaderas escrituras del Galileo y tiene mucha relación con la página de FIGU. Es importante leer el epílogo y explicación del Talmud

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