lunes, 6 de agosto de 2007

América y la voz del otro

PERIFERIA Y CENTRO EN AMERICA LATINA


La mayoría de las teorías universalistas, con su apreciación crítica hacia las ideologías, se construyeron en Europa occidental y se hicieron evidentes; como razón instrumental, a partir de la Ilustración. La manera de concebir al mundo e interpretar la realidad desde la razón instrumental, no conciliaba con la visión antigua y medieval propia de una mentalidad religiosa y metafísica, mágica y mecanicista. Esta nueva visión y comprensión racionalista del mundo, se extendió hacia otros ámbitos y horizontes culturales, auto-comprendiéndose como centro, -donde la historia se estaba haciendo-. Dentro de esta cosmovisión, etnocentrista y universalista, las demás culturas, con sus particularidades y especificidades, se ubican en la periferia y marginalidad. Europa desde su identidad, se convenció que la razón y la ciencia eran el paraíso, la educación y el desarrollo poseían el secreto de la felicidad. A mayor conocimiento, mayor ciencia, a mayor ciencia, mayor tecnología y a mayor tecnología, mayor desarrollo. Había una misión que cumplir, liberar a la humanidad de la infelicidad y el atraso. La educación y la ciencia eran la clave para el progreso y el desarrollo, había que civilizar otros mundos y rescatarlos del atraso y la barbarie.

El imaginario social de la modernidad se constituyó bajo un horizonte de sentido que retomó y redimensionó viejos ideales y a la vez instauró nuevos, y que bajo una red diversa de significaciones conformó un modo de ver la realidad, es decir, los hechos, las acciones, el hombre, lo real, lo irreal, el sentido, el sin sentido, el bien y el mal, etc. El proyecto moderno se sustenta en dos tendencias distintivas: el ideal de control y el dominio sobre la realidad y el desarrollo autónomo del individuo.

El deseo de un conocimiento más a fondo y más científico de la realidad no es una mera curiosidad intelectual. Nace en primer lugar de una legítima inquietud social, y del compromiso por transformar la realidad social como consecuencia, pero no sin antes contar con un diagnóstico claro, que nos indique caminos posibles de soluciones verdadera. En segundo lugar, analizar la realidad no es un asunto de señalar injusticias o acumular información o datos estadísticos acerca de un determinado estado de cosas. Es tener una visión global y precisa del contexto socio-económico que nos rodea, de tal modo que podamos aplicar esta ciencia analítica, en perspectiva histórica, para saber como se dan los fenómenos sociales en su causa-efecto. En otras palabras, es tener una consciencia históricas y crítica, alejada de toda ingenuidad o fatalismo. Un método científico serio, hace posible un conocimiento objetivo de la realidad analizada. Sin embargo, este conocimiento funciona de manera dialéctica, es decir, participa el sujeto que conoce, influenciado por su propia ideología y preconcepción del mundo; y el deseo de objetividad, el querer conocer las cosas como son.

En el ámbito de Latinoamérica son muchos los estudios y las teorías que han surgido; desde una crítica profunda acerca de su identidad cultural, y que van desde la conquista hasta nuestros días. Se dejan ver en estos, sobretodo, agudos análisis críticos al racismo europeizante y al etnocentrismo de la modernidad, rescatando lo propio del pensamiento latinoamericano y su identidad cultural; contra posiciones esencialistas y posmodernistas muy de moda.

El Dr. Jaime Montes, profesor de Filosofía de la Universidad de La Serena de Chile, dice en un texto que escribe acerca de El problema de América y la voz del otro: “hoy se insiste cada vez más, por parte de investigadores, acerca de la imperiosa necesidad de una “inversión de la mirada”, es decir, de cambiar la perspectiva para poder entender los fenómenos culturales latinoamericanos”. Se inscriben en esto, sicólogos, sociólogos, antropólogos, biólogos, economistas, teólogos. Montes cita en el mismo texto a un destacado psicólogo chileno Jorge Gissi, quien expresa sobre el particular lo siguiente: “La construcción de una psicología latinoamericana implica pues, reconocer la pobreza y las diferentes clases sociales, pero implica también reconocer que la América Latina no es una Europa o Norteamérica más pobre, sino un continente diverso, y que además debe buscarse como alternativa al capitalismo decadente y a cualquier neocolonialismo”. Más adelante sigue la cita de Gissi: “lo que se impone es cambiar la figura y fondo: quizás la figura deba ser nuestro continente y el fondo cada nación como mera provincia de la patria grande. Sin duda la figura es nuestro continente y un fondo crecientemente deteriorado ese el primer mundo ahora considerado centro. Tenemos la tarea de disminuir parte de nuestra dependencia de los países centrales. El centro somos nosotros mismos. La periferia Estados Unidos y Europa. Cambiemos también intrapaís figura y fondo. La figura serán las clases medias y populares, y el fondo las clases dominantes, verdaderos marginales de América Latina”.

El desafío que se nos presenta es enorme, pues estamos frente a un determinado paradigma epistemológico, heredado de la racionalidad instrumental de la ilustración, quién a su vez la recibió del logos griego; focalizado en un modo de pensar y en un modo de ser propio. Nuestro imperativo es saber pensar y actuar desde nuestra compleja experiencia histórico-cultural para poder desocultar América y hallar su modo más auténtico de ser y la riqueza que ella puede aportar a la cultura occidental. Se trata entonces no sólo de una “inversión de la mirada”, sino de un giro en nuestro estilo de pensar y como consecuencia en nuestro estilo de vivir. ¿Hasta dónde es posible este giro?, y ¿hasta dónde seremos capaces de conciliar dos racionalidades distintas que habitan América: la razón causal heredadas desde Europa y el logos seminal y resistente propio de nuestros pueblos originarios? Es un camino que tenemos que recorrer aún.

Guillermo Gómez S.
guidase@yahoo.com

cielac@upoli.edu.ni

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