El
día internacional del trabajo y el derrumbe de la sociedad salarial
Guillermo Gómez Santibáñez
Centro Interuniversitario de
Estudios Latinoamericano y Caribeños
Universidad Politécnica de
Nicaragua
El
obrero es digno de su salario
Evangelio
según san Lucas
La celebración del 1°
de mayo como el día internacional del Trabajo, se ha constituido en un hecho
emblemático, no sólo en la cultura de la Europa pos-industrial desarrollada y
capitalista, sino también en América Latina, donde la llamada “clase obrera” o “el
proletariado” ha tenido que enfrentar una larga historia de explotación,
expoliación y atropellos de sus conquistas
sociales.
No obstante, éstas están
ahora escritas en regla de oro en la Carta universal de los Derechos Humanos; aceptadas
y asumidas por los Estados nacionales en sus respectivas constituciones
políticas.
El 1° de mayo del año
1886 será siempre una fecha clave en la historia de la lucha por la restitución
de los derechos fundamentales del trabajador y su dignidad; cuando la
Convención de la Federación de los trabajadores de Estados Unidos y Canadá, en
su Asamblea de 1884 convocó a la lucha por una jornada de 8 horas, sustituyendo
así las jornadas de 10, 12 y hasta 16 horas de trabajo ininterrumpido.
La jornada de lucha
comenzó en las calles de Chicago con 80.000 mil trabajadores a las que se
sumaron posteriormente 350.00 trabajadores de toda la Unión Americana,
provocando una huelga nacional que paralizaría más de mil fábricas. El día 4 de
mayo de 1886 pasó a la historia y se escribiría con sangre cuando en el mercado
de la ciudad de Haymarket, mientras estaban reunidos unos 2.500 trabajadores
que protestaban por la brutal represión policial
de los días anteriores, estalló una bomba que acabaría con la vida de un
policía, hecho que agitaría los vientos de la violencia, a tal grado que el
balance de los sucesos dejarán siete policías muertos, cuatro trabajadores y
muchos heridos.
El 21 de junio de 1886,
ocho líderes laborales fueron acusados de conspiración para asesinato, bajo un
juicio plagado de vicios; y donde siete serían sentenciados a morir ahorcados y el octavo condenado a 15
años de prisión.
Será en el primer
congreso de la segunda Internacional Socialista, celebrada en París en el año
1889, donde se fijará el 1° Mayo para ser conmemorado como el día de la
“solidaridad laboral”.
Los “mártires de
Chicago”, quienes por su liderazgo y su capacidad para interpretar el horizonte
de la lucha laboral en el contexto de aquella época, simbolizan hoy el espíritu
de una nueva generación de trabajadores que encarnado bajo una nueva visión, un
nuevo liderazgo y en horizontes muy distintos, representan los mismos ideales de
ayer: luchar por la dignidad del trabajo, por la estabilidad laboral, por la inclusión;
por salarios justos y no de hambre, por el derecho a descansar el domingo para
estar con la familia y recrearse con ella, y también por seguridad social y mejor
calidad de vida.
El pesimismo de muchos
hoy día, dominados por el discurso hegemónico del neoliberalismo, que ha
fragmentado a la sociedad, los lleva a afirmar que no hay motivos para celebrar
el primero de mayo. Si nos pusiéramos bajo esa nube pesimista, confusa,
alienante y amenazante, podríamos
sumarnos quizás a ese espíritu derrotista y resignado, sin embargo, nuestra
conciencia de clase y acicateada por los avatares de la histórica nos indica
que el primero de Mayo, día internacional de los trabajadores, no sólo encierra
una conquista social de los trabajadores por las ocho horas laborales, y que
aún sigue vigente en nuestros códigos laborales, sino que también representa la
conmemoración de un día, que para la conciencia social de la clase trabajadora,
no queda en el olvido, ni en el telón de fondo de la historia, sino que constituye
un memorial, una anamnesis, es decir, la recuperación de la memoria pretérita, que
traída al presente y ritualizada socialmente, actualiza una celebración
conmemorativa y en cuyo evento se identifican nuestras propias luchas y
esperanzas de liberación de un sistema capitalista explotador y excluyente.
La clase trabajadora
nicaragüense, sí tiene motivos para celebrar. Celebrar sus propias conquistas
laborales, montadas sobre el ejemplo de los que nos antecedieron e hicieron camino
al andar, aún a costa de sus propias vidas. Celebrar no es sólo un acto de
satisfacción por eventos remotos o inmediatos, sino que es memoria y ésta
memoria nos pone en perspectiva histórica con la tradición, impidiendo que el
olvido o la “desmemoria” nos hagan perder nuestras conquistas y doblegar
nuestras voluntades frente al sistema explotador.
Las conquistas por las
que ofrendaron sus vidas los mártires de Chicago en mayo de 1886, se dieron en
el contexto del mundo dominado por el capital industrial, que convertido en
poder económico dominante, explotaba a los trabajadores y concentraba el
capital en pocas manos.
Comparativamente el
modo de producción capitalista fue generador de progreso con respecto a los
anteriores modos de producción esclavista y el feudal. El sistema capitalista
comienza a gestarse a partir del siglo XVI, pero será hasta la revolución
industrial cuando se desarrollará con fuerza como consecuencia de su aplicación
al sistema productivo, acompañado por la innovación científica y tecnológica.
La consolidación del
modo de producción capitalista tendrá lugar desde mediados del siglo XIX y la
primera mitad del siglo XX, cuando el proceso de industrialización hace
importantes cambios en la organización de la empresas y el trabajo y en las
formas de gestión empresarial apoyados y promovidos por el sector publico.
Estos cambios están
marcados por la introducción de la organización científica del trabajo
impulsadas por Taylor, que buscaba lograr una economía de tiempo centrada en la
división social y técnica del trabajo y en los procesos de racionalización y
estandarización de los insumos, los productos y la fuerza del trabajo, lo que
hizo posible un incremento sustantivo de la intensificación y la producción del
trabajo estableciendo la remuneración según el rendimiento. Otro factor
gravitante del cambio va a ser la producción masiva de bienes de consumos
durables y homogéneos ante el incremento de la demanda solvente, las
inversiones en máquinas y herramientas aplicadas a las manufacturas bajo la
figura paradigmática fordista.
La producción masiva y
en series largas de productos homogéneos genera economías crecientes de escala
y aumenta la productividad aparente de trabajo. Se establece una distribución
de las ganancias de productividad, mediante conflicto y/o negociación, que
estimula la demanda y genera un crecimiento económico sostenido y estable que
los regulacionsitas llaman el “círculo viciosos”.
En América Latina
surgieron en esta época movimientos políticos y sociales que algunos llamaron,
de forma despectiva y simplista, como populismo. Estos se caracterizaron por su
orientación nacionalistas, algunos con rasgos antiimperialistas y por su
composición pluralista. Emergieron nuevos partidos político muy críticos de los
partidos tradicionales, acusados de defender los intereses de la clase burguesa
y las oligarquías locales, y que consiguieron el apoyo de campesinos, obreros y
sindicatos. Bajo el sueño de avanzar en la industrialización sustitutiva de
importaciones bajo el clima del mundo bipolar, no lograron romper con la
dependencia política y económica ni mucho menos convertirse en países
capitalistas desarrollados e industrializados.
A comienzos de los años
70, la potencialidad de los proceso de trabajo taylorista y fordista, que
dieron un giro en los modos de producción capitalista, iniciaron un proceso de
agotamiento tanto en la economía norteamericana como en el resto de los países
capitalista. Esto debido a la disminución del ritmo de crecimiento de la
productividad, que tuvo su impacto negativo en la política de salarios elevados
indexables y en la redistribución del ingreso favorable a los asalariados. Se
suma a esto también las crisis del petróleo, que si bien, no fueron gravitantes
tuvieron un cierto nivel de incidencia.
Los países capitalistas
industrializados se enfrentaron a una crisis que desató una tendencia generalizada a la disminución de las tasa de
ganancia reduciendo las tasa de inversión; fenómeno que a la vez provocó el
estancamiento económico, un elevado déficit fiscal y el desencadenamiento de
proceso inflacionarios, generando elevada tasas de desocupados y el déficit en
los sistemas de seguridad social.
La forma de enfrentar
la crisis y evitar la permanente caída de la tasa de ganancias, los países
capitalistas industrializados comenzaron a realizar proceso de ajuste
estructural con un fuerte impacto interno y repercusiones en los países
subdesarrollado con quienes mantenían relaciones comerciales. Las medidas que
se adoptaron están establecidas en el llamado Consenso de Washington de inicio
de los años 80. Esto implicó una fuerte reducción del déficit fiscal a quién se
le responsabiliza de ser causante de la inflación y que significó frenar la
incorporación de nuevos empleos en el sector público originado con esto un
procesos de privatización de la empresas públicas bajo el argumento de
obsolescencia, ineficiencia competitiva, baja productividad, gestiones
económica fraudulentas y tarifas subsidiadas por debajo del costo. Esto dio
inicio a un proceso sistemático de privatización de los servicios públicos
encargados de la reproducción de la fuerza de trabajo como la educación,
la vivienda, la salud, transporte y la
recreación, adoptando políticas de moderación salarial.
Esto trajo como
consecuencia reformas laborales que se orientaron hacia la reducción de los
costos salariales directos y flexibilizaron el uso de la fuerza de trabajo,
acabando de ese modo con la legislación vigente sobre salarios mínimos
indexables, para sustituirlos por nuevos sistemas de negociación colectiva,
descentralizando el nivel desde el sector hacia la empresa permitiendo normas
por debajo de los mínimos legales invocando la autonomía colectiva.
El derrumbe del modelo
de sociedad salarial y el debilitamiento de un Estado de Bienestar, que en los
países Latinoamericanos y periféricos nunca se instaló plenamente, han dado
paso a formas generalizadas de precariedad e informalidad que prevalecen en el
mercado de trabajo urbano y que hacen que los trabajadores acepten condiciones
que no garantizan remuneraciones adecuadas y el acceso a la seguridad social.
De este modo no sólo se incrementa la pobreza urbana, sino que de igual manera
se produce un proceso de acumulación de desventajas económicas y sociales que
se concentran fundamentalmente en colectivos sociales como las mujeres jefas de
hogar y jóvenes que no pueden prolongar sus estudios y están desocupados,
migrantes internos y externos, poblaciones indígenas y adultos mayores que
quedan fuera del sistema de seguridad social.
Entre los años ochenta y la
primera mitad de los noventa, los llamados ajustes estructurales generaron en
el ámbito laboral la tendencia a la desaparición de la clase trabajadora. En
Nicaragua, bajo el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro, el modelo
económico neoliberal, con sus políticas de ajuste
estructural, según los criterios del Consenso de Washington, empezó a
general grandes masas de desocupados, hecho que se comenzó a notar y demostrar a
partir del creciente aumento del peso de los “trabajadores por cuenta propia”
(TCP) entre la población ocupada, concepto que es mucho mejor entendido desde
una lógica no capitalista, y que busca superar la denominación peyorativa de un
indicador del crecimiento de población inmersa en trabajos “informales” o “marginales”, bajo la lógica de los excluidos
del sistema de producción capitalista.
Como consecuencia de
este modelo económico, una masa importante de trabajadores asalariados fueron
excluidos del sistema, por las nuevas políticas privatizadores, privilegiando
la mano de obra calificada y codificando el sistema laboral bajo otras reglas,
desmontando el sistema de seguridad social que garantiza los derechos básicos
de los trabajadores.
El sistema capitalista,
bajo el modelo neoliberal, genera una gran cantidad de desempleo en Nicaragua,
expulsando a una considerable masa joven, con capacidad de producir, a su
propia sobrevivencia.
En Nicaragua se registran
unos 46.000 afiliados a la Confederación de Trabajadores por Cuenta Propia de
Nicaragua (CTPCP), y en todos los países de la periferia del sistema
capitalista suman más de 80.000.000. Los trabajadores por cuenta propia son el
producto de la explotación de un mercado excluyente que precariza al trabajador
y niega su condición de proletario invisibilizandolo en el sistema.
Este fenómeno se puede comprender mucho mejor si lo
abordamos desde el concepto de estructura como una categoría de análisis de la
sociedad. Ello nos remite
necesariamente al concepto de estratificación, es decir, al tema de las
desigualdades existentes entre los individuos, constituyendo grupos sociales
diferenciados entre sí. De esta conceptualización se afirma la idea de
totalidad e interdependencia, para poder plantearnos el estudio microsocial de
algunas de las partes constitutivas de la estructura.
Los diversos enfoques teóricos sobre los análisis de las sociedades, tanto
en su conjunto como en su diferenciación, nos plantean que el factor económico
resulta ser determinante de la diferenciación social. Este acceso a los
recursos económicos, de forma diferenciada, se muestra en distintas esferas de
la vida como por ejemplo en las pautas de consumo, estilos de vida etc.
La consideración de observar y analizar el fenómeno de los trabajadores por
cuenta propia, en el contexto del modelo de desarrollo capitalista, tiene que
ver necesariamente con la estructura económico-social y la distribución del
trabajo social entre los individuos y el ámbito de la producción y la actividad
económica.
Por otra parte este fenómeno, que se da en nuestra
sociedad, de una forma más acentuada y prolongada, tiene que ver con que la
estructura económico-social nos permite ver dos tipos de relaciones sociales:
las que son de tipo salarial y las que son de tipo mercantil. Las primeras son de la forma de
producción capitalista, que vinculan a los empleadores con los trabajadores a
través del salario. Las segundas son denominadas así porque se desarrollan sólo
en el ámbito del mercado, y no en el proceso de producción o en el proceso de
trabajo -como ocurre en las relaciones salariales.
Entablan relaciones mercantiles los
trabajadores propietarios de sus condiciones de trabajo, los llamados
trabajadores independientes, que se desenvuelven en actividades relacionadas
con la producción de tipo artesanal, la comercialización y los servicios. Estos
trabajadores establecen relaciones sociales a partir del acto de compraventa de
mercancías producto de trabajos diversos.
Si aproximáramos un concepto sobre trabajadores
por cuenta-propia diríamos que es toda persona que desarrolla su actividad
utilizando para ello sólo su propio trabajo personal, vale decir, no empleando
personal asalariado y sólo contando con sus propias instalaciones, instrumental
o maquinaria. Se incluye en esta categoría también a las personas que son
socios activos de cooperativas de producción o de sociedades de personas que no
emplean asalariados y a la persona que es trabajador a domicilio o en su
domicilio y que mantiene relación con más de un establecimiento.
Los Trabajadores cuenta-propia,
afiliados en Nicaragua a la Confederación de Trabajadores por Cuenta Propia,
(FNT-CTCP) manejan el concepto de Economía Social Solidaria para identificarse
con una economía organizada, política, social y económicamente por los
trabajadores en función de los intereses de ellos mismos y nacidas del seno de
la economía popular. Es una economía a pequeña escala, asociativa y
autogestionaria que se empieza a hacer cargo de los medios de producción, el
transporte, el crédito y el comercio, tanto a nivel urbano como rural. Esta
economía solidaria, de tipo mercantil, busca constituir un sistema alternativo
al sistema capitalista, quiere ser un socialismo comunitario, que vuelve a las
personas en sujetos económicos mediante la asociatividad, cooperativas o
una organización gremial que supere la
condición de aislamiento para transformarlos en asociaciones de
trabajadores-productores que autogestionan las diversas ramas de la economía.
Bibliografía
Ahumada, G. (1995) Los trabajadores
cuenta propia como categorías de análisis. Buenos Aires: CLACSO.
Alvarez, S. (Comp) (2005) Trabajo y
producción de la pobreza en Latinoamérica y el Caribe. Buenos Aires: CLACSO.
Núñez, O. (2011) La Economía Social
Solidaria en las Naciones Proletarizadas y el Proletariado por Cuenta Propia en
la Transformación del Sistema. Managua: CIELAC/CLACSO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario