San Agustín: Fe y Razón
Guillermo Gómez Santibáñez
Profesor de Filosofía
“Fidesquaerit, intellectusinvenit”
la fe
busca, el entendimiento encuentra
El filósofo español
Julián María, decía que no existe una Filosofía cristiana, sino más bien un
filosofar en la fe. De igual manera, Rafael Gambra (2001), otro pensador
español, afirma que el cristianismo no es una filosofía, sino una religión.
Visto así, entonces, conviene identificar primeramente qué tipo de relación fue
la que se generó entre el cristianismo y la filosofía y en la que San Agustín,
obispo de Hipona, se convertiría en su más emblemático y genial exponente bajo
la tradición filosófica cristiana en su apogeo de los primeros siglos.
El cristianismo
debe la entrada de la filosofía en su sistema teológico a dos grandes figuras:
Clemente de Alejandría y Orígenes, padres de la Iglesia de los siglos I y II.
Ambos teólogos, se formaron en dos grandes escuelas teológicas; Alejandría y
Antioquía. La primera cultivó un marcado interés por la investigación
metafísica del contenido de la fe y la preferencia por la filosofía platónica y
la segunda puso su énfasis en la filosofía de corte aristotélico.
Bajo esta
influencia se puede desprender que en la
medida que el cristianismo se fue expandiendo tuvo la imperiosa necesidad de
exponer, con mayor claridad y férrea defensa, sus verdades y su moral frente a
sus adversarios. Esta actitud apologética de los padres de la Iglesia, que
llegarían a hacer uso de categorías filosóficas para dar razón de su fe en
la formulación de los dogmas
cristológicos principalmente, llegaría a su apogeo en la persona de un pensador
africano de gran talante y de una mente brillante y creadora por excelencia
como lo fue Aurelio Agustín.
Aún cuando hubo
detractores, dentro del mismo cristianismo de los primeros siglos, que no
conciliaban una relación entre Filosofía y Teología, por la misma naturaleza
del objeto de su conocimiento (fe y razón); como un Tertuliano, que se opondrá
enérgicamente a la filosofía; emergerá también un Justino, que mostrará su
simpatía por ella y el mismo recibirá el seudónimo de “el filósofo”. Pero será
sólo hasta la aparición de San Agustín que la Filosofía entrará por la puerta
ancha y se le impondrá un sí positivo.
Dentro de lo que
podríamos señalar como relación entre cristianismo y filosofía está el hecho
que la llamada filosofía cristiana será el resultado de un intento de síntesis
entre dos supuestos fundamentales de la tradición filosófica pagana; por un
lado, la inteligibilidad natural del mundo y la razón como facultad principal
del conocimiento y por otro, las verdades reveladas por la nueva religión.
No siendo el
cristianismo una filosofía, por cuanto el conocimiento que aporta proviene del
dato de la revelación y no de la razón, éste, con fines apologéticos, utilizó
las categorías filosóficas griegas para dar razón de su fe y de su verdad
moral. Los primeros cristianos, que hicieron uso de esta ciencia fueron
llamados Padres de la Iglesia, por
consiguiente a la filosofía cristiana se le llama Patrística.
Algunas de las
características principales que tuvo la influencia del cristianismo en las
circunstancias históricas particulares de la época fueron las siguientes:
a)
Creó un campo nuevo de
conocimientos
b)
Su objeto es la revelación divina
recibida por la fe
c)
El centro de la verdad está en
Dios, destino supremo y trascendente y no en la razón.
d)
Tendió un puente entre la
filosofía y la fe bajo el concepto del logos.
La filosofía
patrística se alimentó de tres vertientes:
- El neoplatonismo. Se constituyó en un aliado natural del cristianismo pues adopta elementos aristotélicos, estoicos y pitagóricos y los entrecruza sutilmente con inquietudes religiosas orientales.
- El aristotelismo. Resultó más difícil el uso de sus categorías en el plano teológico por su carácter empirista y materialista.
- El estoicismo. El alma de esta corriente fue su ética, que glorifica al hombre, que frente a sus pasiones, entendida como impulsos desordenados nacidos de juicios erróneos sobre valores, permanece imperturbable ante los placeres y el dolor, poniendo la virtud por encima de ellas.
En su evolución
histórica, podríamos mencionar tres periodos que se destacan de la filosofía
patrística:
1.
Periodo de iniciación o formación.
(siglos I al IV a.C)
- Periodo de transición. (siglos V al VIII a. C)
- Periodo escolástico, (siglos IX al XIV a. C); que a su vez se divide en:
a)
Periodo de iniciación (siglos IX a XI)
b)
Periodo de madurez (siglo XIII). Abelardo, San Bernardo
c)
Siglo de Oro. (siglo XIII). Aristotelismo cristiano
d)
Periodo de decadencia (siglo XIV).
La evolución espiritual de San Agustín
Aurelio Agustín
(Tagaste,354-430 d.C), se destacará, más que ningún otro pensador, por su
indiscutible lealtad interior. Entre su pensamiento y su vida hay una
coincidencia que da cuenta de su profunda conversión interior y que vendrá
luego a significar, tanto en su
reflexión teológica como filosófica, un giro copernicano en el
pensamiento cristiano occidental.
Cartago, Roma y
Milán, son tres ciudades que se constituirán en un horizonte referencial para
Agustín, no solo en su periplo filosófico, sino que también en su problema
existencial.
El itinerario que
realizó Agustín por cada una de estas ciudades marcará profundamente su vida y
pensamiento. Será en Cartago donde tendrá dos experiencias significativas. Bajo
la influencia del obispo Ambrosio de Milán Agustín toma contacto con la
filosofía con su lectura del Hortensio
de Cicerón.
“En verdad semejante libro
cambió mis afectos y modificó mis súplicas e hizo que mis votos y deseos fueran
otros. De repente apareció a mis ojos viles toda esperanza vana, y con
increíble ardor de mi corazón suspiraba por la inmortalidad de la sabiduría,..”
(San Agustín)
En Cartago también
Agustín abraza el maniqueísmo, corriente en la que pasará nueve años y cuyo
núcleo doctrinal contiene un dualismo radical entre el principio del bien y del
mal, no sólo en su dimensión moral, sino que también en su constitución
metafísica.
“Los maniqueos afirmaron la
existencia de dos principios distintos entre sí, opuestos, y al mismo tiempo
eternos y coeternos y, siguiendo a otros herejes antiguos, imaginaron dos
naturalezas y substancias, la del bien y la del mal. Según sus dogmas, afirman
que estas dos substancias se hallan en lucha y mezcladas entre sí”(San Agustín)
En su partida hacia
Roma, Agustín logra desprenderse de su relación con su madre Mónica, con quien
le ataban fuertes lazos de afectividad y dependencia y emprende viaje sólo. Su
estancia en Roma marcará dos hechos fundamentales, su contacto y relación con
la filosofía de los académicos lo llevará a un rompimiento con el maniqueísmo,
y por otro lado, desarrollará su teoría del libre
arbitrio en contraposición al determinismo maniqueísta. En los filósofos
académicos Agustín se sintió interpretado en su estado de ánimo.
“Tenía la idea de que los más
talentosos de todos los filósofos fueran los académicos, en cuanto habían
afirmado que es necesario dudar de toda cosa y habían sentenciado que para el
hombre la verdad es totalmente incognoscible”(San Agustín)
Ya en Milán,
Agustín tendrá un encuentro clarificador y decisivo con el neoplatonismo que
determinará sus categorías filosóficas para construir su marco teórico frente a
las dificultades para explicarse el status ontológico de bien y el problema
maniqueo de la realidad substancial del mal. Agustín habría de encontraren
Milán una nueva luz con qué iluminar al hombre y el universo.
La actitud filosófica de San Agustín
El pensamiento de Agustín
va a recibir una fuerte influencia de Plotino, que al construir su sistema
filosófico, bajo categorías neoplatónica, abrirá su mente a la contemplación de
las verdades eternas que existen por sí en el mundo del espíritu.
Para San Agustín,
encerrado en un esquema materialista y bajo una concepción maniquea; dualista y
substancial del mal, su conversión radical y la acogida de la fe de Cristo,
serán derroteros fundamentales, no sólo de su vida, sino también de su
pensamiento. La fe, vivida y reflexionada desde la filosofía, será en adelante
el horizonte abierto e inconmensurable hacia la búsqueda de la verdad. Para
Agustín es fundamental explicar la relación entre el alma humana y Dios y será
en esta dialéctica que la fe y la razón se harán aliadas y se constituirán en
instrumentos complementarios para encontrar la verdad.
El sistema
filosófico agustiniano busca establecer que la certeza primaria para el hombre
está en su propia experiencia interior:
“Puede disputarse si las cosas
en general y el alma en particular están hechas de fuego, de aire o de otro
elemento; pero de lo que no duda ningún hombre es de que vive, obra, piensa,
ama o desea” (San Agustín)
Agustín se atreve a
platear una metafísica de la interioridad donde a solas consigo mismo el hombre
descubra su yo más íntimo y desnudo. La novedad de esta premisa es el
desplazamiento que hace Agustín desde el problema del mundo exterior, el
cosmos, al problema del mundo interior, la conciencia del hombre. El verdadero
misterio entonces no reside en el mundo, sino en las profundidades del alma
humana.
¡Qué misterio tan profundo que
es el hombre! Pero tú, Señor, conoces hasta el número de sus cabellos, que no
disminuye sin que tú lo permitas. Y sin embargo, resulta más fácil contar sus
cabellos que los afectos y los movimientos de su corazón”(San Agustín
)
Agustín ha dado un
salto cualitativo en su metafísica, con relación al filósofo que lo inspira, Plotino; porque
la antropología abstracta y despersonalizada de este último, contractará con la
de Agustín, que en sus Confesiones,
su obra maestra, ausculta su propia alma, y en sus tensiones y desgarramientos
más profundos de su voluntad, enfrentada a la voluntad de Dios, es donde
descubriendo su “yo”.
Este hallazgo
intimista y contemplativo de Agustín se distanciará también del intelectualismo
griego que en general había reducido la voluntad a un lugar muy insignificante.
Es aquí donde radica el aporte novedoso del pensador cristiano, en su capacidad
de poner en contradictoriedad su propio desgarramiento interior; su voluntad,
que luego de un tormentoso peregrinaje existencial, abdica enteramente de su
propia voluntad para rendirse a la voluntad de Dios.
“Fuimos creados para Ti, Señor,
y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”(San Agustín)
Para Agustín, el
alma es una sustancia viva de naturaleza espiritual, creada por Dios, “creatio ex nihilo”, (creación de la
nada), y habita en un cuerpo como en prisión anhelando siempre su bien.
Para la filosofía
griega la voluntad no es una fuerza autónoma de la vida, sino un dato inmediato
en función del intelecto. Este es el que determina la dirección hacia dónde
dirigirse, y por tanto, la voluntad no constituye objeto de reflexión, en este
sentido, el sentimiento religioso que embarga a Agustín formula un nuevo
paradigma porque enfrenta la contradictoriedad del querer que finalmente se
rinde a la voluntad divina descubriendo el “yo” como persona. Es verdad que el
concepto de persona será muy posterior en el desarrollo del pensamiento
filosófico y no propio de Agustín, sin embargo, estos serán antecedentes que
servirán como punto de partida de diferentes sistemas filosóficos y teológicos,
construidos en el periodo medieval y moderno.
La filosofía
cristiana de Agustín se apoya en dos cimientos importantes: el alma y Dios. A
Dios se le encuentra no en la contemplación del mundo, sino en las
profundidades del alma, por cuanto ésta contiene las claves de Dios:
“Conocerse a sí mismo, como nos
invita a llevar a cabo el consejo de Sócrates, consiste según Agustín en
conocerse en tanto que imágenes de Dios. En este sentido, nuestro pensamiento
es recuerdo de Dios, el conocimiento que se encuentra en El es inteligencia de
Dios y el amor que procede de uno y de
otro es amor de Dios. En el hombre, por tanto, hay algo más profundo que el
hombre mismo. Lo que de su pensamiento permanece oculto (abditummentis) no es
más que el secreto inagotable de Dios mismo; al igual que la suya, nuestra vida
interior más profunda no es otra cosa que el desplegarse dentro de sí misma del
conocimiento que un pensamiento divino posee de sí, y del amor que se dirige
hacia sí”(EtienneGilson)
San Agustín y el problema del conocimiento
En su teoría del
conocimiento San Agustín desarrolla la teoría de la iluminación, término que no se debe confundir con un hecho de
gracia o acto sobrenatural, sino más bien con el carácter a priori del
espíritu, que al sugerir su relación vertical libra al hombre de creer su
absoluta autonomía. Más allá todavía está el ser, el bien y Dios.
En su teoría,
Agustín afirma que el alma humana conoce no sólo las cosas materiales, sino
también su esencia. (las ideas universales de Platón). Sin embargo, contrario a
Platón, para Agustín el alma humana no es preexistente, sino creación de la
nada. Entonces, surge el problema de dónde y cómo llegan al alma los criterios
de conocimiento que hacen posible juzgar las cosas, siendo estos criterios
superiores a las cosas mismas.
“Mientras el principio
valorativo, mencionado, que preside el juicio, es inmutable, la mente humana,
en cambio, aunque le sea concebido elaborar tal principio, es susceptible de
mudanza y error. Por tanto es preciso concluir que por encima de nuestra mente
hay una Ley que se llama Verdad, y no hay duda de que existe una naturaleza
inmutable, superior al alma humana…El alma, pues, aun sintiéndose superior a
los objetos a los que aplica su propio juicio, no puede ignorar que no ha sido
ella quien ha inventado y regulado el principio juzgado que le sirve para
reconocer la forma y los movimientos de los cuerpo. Además debe inclinarse ante
la superioridad del valor del cual extrae el criterio de sus propios juicios y
del que ella en ningún caso puede constituirse en juez”.(San Agustín)
Para Agustín la
verdad es la medida de todas las cosas y su noción de verdad se constituye en
el eje fundamental de la relación alma-Dios. El mismo, busca la verdad en su
interior y luego afirmará con certeza: Dios es la verdad.
Este proceso
cognoscitivo que explica el sistema filosófico de Agustín, refleja de algún
modo, su propia existencia, ya que en su vida se halla la razón de ser de sus
exposiciones doctrinales. La personalidad de Agustín recibe el dinamismo de
tres fuerzas que se constituyen en cimiento y fuente de su filosofía: la razón, la fe, y el amor. Las tres
actúan de forma conjunta
Se puede
esquematizar así:
Desplegando este
círculo integrador podríamos explicar este proceso del siguiente modo:
Búsqueda
de la verdad FE + AMOR DIOS
entiende cree para que FILOSOFÍA
para que creas entiendas
El problema del
conocimiento para Agustín es poder justificar la verdad. El conocimiento es una
visión que se hace posible por la acción iluminadora de Dios que opera sobre la
inteligencia. La búsqueda de la verdad es obra de la razón, facultad natural
del ser humano, que lo dispone para la fe formulando el objeto en que ha de
creer y discerniendo, bajo los criterios del conocimiento, lo razonable para
aceptarlo: “intellige ut credas” (entiende,
para que creas). Luego, la fe, que es un dato de la revelación, don supraracional y sobrenatural, ilumina el
entendimiento para aceptar la verdad: “crede ut intelligas” (cree, para que entiendas), y muestra el
camino para llegar a ella; el camino del amor. Agustín no está interesado en
una explicación intelectual para demostrar a Dios, sino en gozar de Él para
llenar el vacío de su alma (frui Deo).
Ser, Verdad y bien,
son atributos esenciales de Dios y es aquí donde podemos identificar el aporte
original del sistema filosófico de Agustín, en que las ideas o verdades eternas
son ideas de Dios, son los arquetipos que hacen del mundo una creación de Dios.
Cuando el ser
humano ha alcanzado la verdad, es porque ha pasado a la interioridad más
profunda del alma y luego allí, al descubrir su yo más íntimo, se encuentra con
el principio de toda verdad que es Dios, Verdad Suprema.
Bibliografía
§ Borón, A. (Comp.) (1999) La Filosofía política clásica. Buenos Aires:
CLACSO
§ Gambra, R. (2001) Historia sencilla de la Filosofía. 25° ed.) Madrid:
RIALP
§ Gilson, E. (1954) La metamorfosis
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§ Jarauta, F., Zaragoza, F., Sanzhez, J., Martínez, J., Cervera, J.,
Martínez, J., et al. (s.f.) Historia de
la Filosofía (2° Edición) Guadalajara: Secretariado de publicaciones
Universiad de Murcia.
§ Kenny, A. (2009) Breve Historia
de la Filosofía occidental. (1° ed. 3°) Buenos Aires: Paidos.
§ Perea, F., (1986) Manuel de
Filosofía. (1° ed.) México: Diana
§ San Agustín (1958) La ciudad de
Dios Madrid: BAC
§ __________ (1958) Confesiones.
Madrid: BAC
2 comentarios:
Muchas gracias.🖒
Excelente.
Muchas gracias.🖒
Excelente.
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