Texto: Forjadores de paz para estudiantes de Cultura de paz
Autores: Guillermo Gómez S. y Tomás Téllez R.
Capítulo
I: El
paradigma de la Paz
1.
La
construcción de la paz
En el año 1999 se lanzó
en la Haya una campaña mundial de educación para la paz que tuvo dos objetivos fundamentales:
Primero, obtener un reconocimiento público y un respaldo político que hiciera
posible que se introdujera el tema de la cultura de paz en todas las esferas de
la educación. Segundo, formar promotores de Educación para la paz para que sean
constructores de paz activos y directos. Esta iniciativa fue de una enorme
relevancia; sobre todo porque vivimos en medio de climas sociales y culturales generadores
de conflicto y violencia, por lo que la capacitación de educadores para la paz
contribuye a crear una reserva ética en nuestras comunidades, garantizando
actores multiplicadores en el desarrollo de una cultura de paz.
La iniciativa y el
esfuerzo por construir un paradigma de Cultura de paz, a partir de una
plataforma mundial, tiene tres componentes: a) la investigación para la paz; es un eje epistemológico que parte de
la producción de conocimiento científico, con el fin de poder encontrar
categorías de análisis científico sobre el tema de la guerra y la paz. b) la acción por la paz; tiene que ver más
bien con una categoría política, en el que los activistas por la paz buscan
mayores niveles de incidencia para revertir procesos de conflictividad social,
denunciar posiciones violentas y presentar alternativas de transformación de conflictos.
c) educación para la paz; este
componente es condición fundamental para lograr los objetivos de una cultura de
paz. La razón es bien simple: la Cultura de paz no es posible construirla sin
una educación para paz. La educación trabaja con los referentes culturales y
valóricos de la sociedad y posee un carácter intencional; lo que significa que
los sujetos educativos son orientados hacia sus opciones y prácticas. En este
sentido, el educador para paz es un facilitador que ayuda a organizar a las
personas a partir de sus conocimientos y
valores para producir cambios cognitivos y actitudinales.
1.1. La paz es el camino
Para muchos la paz es
como la meta hacia la cuál aspiramos todos los seres humanos; es como un ideal
que soñamos se vuelva realidad en un futuro que no sabemos cuándo llegará. El
mismo concepto tradicional de paz se ha vuelto un problema porque precisamente
revela, en nuestra definición, su
sentido negativo: la ausencia de violencia directa; la paz como ausencia de
guerra, como acuerdos de Estados para evitar los conflictos. Esta concepción de
paz en el fondo es sospechosa de justificar cualquier violación de los Derecho
Humanos, de la pobreza y de la desigualdad social. La violencia no sólo es
agresión física directa, sino que pueden existir otras maneras menos
perceptibles de violencia igualmente destructivas.
Es por eso que se hace
necesario superar el concepto negativo de paz, donde la paz positiva se
entienda como construcción de la justicia social (Glatung) que reconfigure una
noción holística de paz, y que impliquen las experiencias humanas de la
justicia, la igualdad, la democracia, la ciudadanía y los derechos humanos. La
paz ya no debemos verla como algo que se espera a futuro, tampoco como una cuestión que debe discutirse en las altas
esferas gubernamentales. La paz es un evento dinámico, un proceso en acción que
se construye con la participación y el aporte de toda una comunidad
social.
La noción de paz que
occidente heredó tiene una tradición grecolatina y judeocristiana de una enorme
riqueza. Sin embargo, la riqueza de la noción de paz, construida bajo esas
cosmovisiones, fue de algún modo vaciada de su significado social y político en
los procesos civilizatorios y transculturales que vivió el continente europeo
posterior a la caída del Imperio romano. El concepto de paz se privatizó
entonces subjetivando su sentido en el uso corriente del término.
La palabra paz en sus
distintas cosmovisiones es comprendida como un evento colectivo y comunitario,
la fuerza de su acción se enfoca en un movimiento capaz de articular las
relaciones sociales en bien de la Verdad y de la Justicia. No es posible la paz
sin estas dos condiciones. Pero la paz, también trasparenta el conflicto y la
agresión, ellos son componentes dinámicos y dialécticos de las relaciones
sociales y no pueden ser negados ni ocultados; ellos son parte de la naturaleza
humana y se constituyen en elementos vitales de la experiencia humana y de su
aprendizaje.
El ser humano convive
cotidianamente con el conflicto y la agresividad; y existe la tendencia a asumirlos
como una realidad opuesta a la paz personal y social. Cuándo el discurso de paz
cae en el idealismo de la paz o por el contrario, estigmatiza el conflicto y
hace una apología del perdón y del amor, sin pasar por la verdad y la justicia:
tanto el conflicto como la agresividad se vuelve caras opuestas de la paz. El
Conflicto se convierte en algo indeseable o simplemente resignable y la
agresividad en agresión o violencia. La agresividad, desde la concepción
Freudiana se define como una fuerza vital, necesaria en cada persona para poder
superar los obstáculos, pero también para conquistar la voluntad y expresar las
energías en los aprendizajes colectivos. En el esfuerzo humano por construir la
paz y promover una cultura de paz, es importante desaprender los mecanismos y
hábitos que nos han enseñado a solucionar los conflictos por la vía violenta,
para transformarlos en oportunidades aprovechables donde pueda mediar el
acuerdo, el diálogo, rechazando la agresión.
La frase atribuida a
Ghandi: “No existe camino para la paz,
la paz es el camino”, nos indica que en el empeño de la lucha por la paz hay un
elemento metodológico fundamental; que en el núcleo mismo de la paz como un
fin, están los medios como embriones de los fines, como posibilidades auténticamente
arraigadas en los fines para construir la paz mediante acciones no-violentas.
La paz no es algo hacia el cual vamos en conquista, sino un proceso en acción
que construimos juntos, con la participación de todos. La búsqueda del mayor
bienestar de todos, de sus necesidades más básicas; que abogue por la
superación de la injusticia social, se convierte en desarrollo, y cuando la
cultura, a través de sus diversas manifestaciones simbólicas, legitima la
violencia directa y la estructural, entonces estamos frente a la violencia
cultura; lo que significa que debemos construir la alternativa de la Cultura de
la paz.
1.1
Las etapas de los estudios para la paz
Sobre la historia de la
conquista de la paz, quiero mencionar brevemente tres etapas fundamentales (Noemí
1993).
La etapa de cristiandad en que predomina un discurso
religioso que llega hasta el siglo
XV. El discurso de esta época está condicionado por el eirene griego negativo y el shalom semita positivo. Para los
griegos la guerra es una necesidad impuesta por los dioses, donde la paz
(eirene) es correlativo a guerra (Polemós) y la paz sería la interrupción que
hacen los dioses de la situación de guerra. En la mitología griega, la Batalla
de los Titanes o la Guerra Titánica (Titanomaquia) es una serie de batallas
libradas entre las dos razas de deidades: los Titanes luchando desde el monte
Otris, y los Olímpicos que llegarían a reinar en el monte Olimpo. La Teogonía
atribuida a Hesíodo es un relato fabuloso que da cuenta del origen de los
dioses, su naturaleza, sus pasiones, sus poderes, y el papel que juegan en la
jerarquía de divinidades, entre los que se distinguen dioses eternos y dioses
engendrados. (Gómez, 2007). Por otro lado, el sentido positivo de la paz nos
viene de la tradición semita, donde la palabra Shalom tiene su raíz en la
existencia del mismo Yavé (Jc. 6,24; Yavé es paz) que define la esperanza de
Israel como fin y destino en un reino de paz (Is. 11,6) y donde la paz es un
principio que abarca todo el universo (Os. 2,20). Desde la perspectiva
cristiana la concepción de la paz se transmite bajo la visión del Tikún Olam;
la restauración del mundo y su dimensión religiosa es tal en tanto su predicación
se corresponde con la confesión
cristológica: “Cristo es nuestra paz” (Ef. 2,14).
La etapa de la una
visión y consideración política de la
paz, que abarca desde el siglo XVI hasta comienzo del siglo XX. La paz es
considerada como un imperativo que debe regir las relaciones internaciones y se
desarrolla paralelamente al surgimiento del espíritu positivo moderno que soñó
con una “paz eterna entre los hombres”.
La etapa de los Estudios para la Paz (peace research). Desarrollada en pleno
siglo XX, a partir del peligro que representa la bomba atómica y la
responsabilidad ética del desarrollo científico. Un conglomerado de científicos
interdisciplinarios (matemáticos, físicos, químicos, sicólogos, politólogos y
sociólogos) son convocados en torno al tema de la paz. Esta etapa, cierra con
los aportes extraordinarios de J. Galtung (1993), en la segunda mitad del siglo XX, para quien la paz es ausencia de
violencia de todo tipo; “la lucha por la paz es la lucha pacífica por reducir
la violencia; los estudio sobre la paz son la exploración científica de las
condiciones pacíficas para reducir la violencia. Los estudio sobre la paz
constituyen una ciencia social aplicada, clara y explícitamente orientada por
valores”. Se trata entonces de ampliar los aporte de investigación sobre la paz
para dar un giro de una cultura de la violencia a una cultura de la paz; o como
lo llama Knight (2003), de una cultura de reacción a una cultura de prevención
antes que ocurran los conflictos.
Como corolario podemos
decir que la paz exige la superación de los niveles de desigualdad y exclusión
social y de una integración activa en los procesos de desarrollo y de
satisfacción de las necesidades básicas de las personas. Esto hace que se rompa
el triangulo de la violencia, directa, sistémica y cultural señalado por
Galtung, para quién “la paz es un estado al interior de un sistema o grupo más
grande de hombres o de naciones, en las cuales no se da ninguna amenaza o
aplicación organizada y colectiva de violencia” (Noemí, 1993)
Los resultados sobre
los estudios para la paz al que han llegado los estudios interdisciplinarios no
pueden quedarse en mera información y reflexión y a la que tenemos que
adherirnos, sino que ello demanda de toda la comunidad científica, en todos sus
niveles, y de la sociedad civil un real compromiso por la superación de la
violencia como respuesta del conflicto, la creación de políticas de
construcción de paz.
1.2
Los discursos sobre la paz
Son muy diversos los
discursos que a diario oímos sobre la paz. La paz, como palabra y concepto no
es un término neutro, ella surge de situaciones concretas de temor y angustia
cuando vemos amenazada nuestra estabilidad y la convivencia humana. La paz ya
no es entendida como ausencia de guerra o de violencia, ella adquiere un
sentido más holístico, cuyo significado ha evolucionando hacia un carácter
integrador de estado de bienestar y seguridad que involucra el respeto a los
Derechos Humanos, la protección al medio ambiente y la satisfacción de la
necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda y salud
La paz es una palabra
que no deja de estar presente en todos los discursos, ella se deja sentir de
una u otro manera cuando se trata de buscar el entendimiento humano. La paz es
una palabra que se reinventa constantemente, que atraviesa todas las fronteras
culturales y que es transversal a los valores humanos.
Hay una tradición del
pensamiento occidental que nos enseñó que pensar en la paz era pensar en la
guerra y en la violencia. Hubo un periodo en que los estudios para la paz
estaban unidos a los estudios sobre la guerra, al menos así se halla en los
estudios clásicos de Karl von Clausewitz, que define la guerra como “un acto de
violencia que intenta forzar a nuestros oponentes a que cumplan nuestra
voluntad”. Luego llega a decir que la “guerra es la continuación de la política
por otros medios”. Otros estudios como los de Quincy Wright, han llegado a
afirmar que la guerra ha sido una aventura necesaria y un instrumento útil y un
procedimiento legítimo de nuestra existencia.
La guerra no ha sido
más que una burda expresión de los Estados soberanos y del conflicto de sus
grupos políticos. Nunca ha sido una expresión de la verdadera voluntad popular.
La historia de la
palabra paz nos puede dar algunos
indicios de su carga de sentido en la
cosmología social de nuestras civilizaciones. Veamos brevemente esto:
Los griegos usaban la
palabra eirene para referirse a la
paz, hacían con ello alusión a la diosa de la paz que se hace acompañar de las
hermanas Justicia y Equidad encargadas de custodiar la ciudad dentro de un
grupo cuando vive en armonía y justicia entre sus miembros. Lo contrario a esto
es la discordia, la ruptura de la armonía que provoca la guerra (stásis).
En la tradición romana
está la idea de pax y que tiene tres
características: primero como ausencia de
guerra (absentia belli), referida
a la violencia organizada entre Estados o países, con lenguas, religión e
ideología propias. Esto se define como paz externa. Luego las disputas entre
clases, razas, grupos territoriales, que desafían el gobierno central, definida
como la paz interna o social. Segundo, la paz romana encierra la idea de pacto:
pacta servanda sunt; acuerdos entre
dos o más partes y en el que se establece que estos acuerdos o tratados
internacionales deben cumplirse. En el derecho romano el pacto produce
concordia garantizada por la ley. Tercero: sivis
pacem para bellum, “si quieres la paz prepara la guerra. La paz es
reforzada ante cualquier agresor a partir del discurso de la guerra.
En la tradición hebrea
la palabra para paz es shalom y hace referencia a un pacto entre Yavé y
su pueblo para producir justicia y prosperidad. En la tradición cristiana la
teología del pueblo elegido se universaliza e integra el concepto de eón nuevo
bajo un nuevo orden (Basilea) o Reino
de Dios y bajo una nueva ética. San Pablo, el apóstol misionero a los gentiles
utilizará el término Reconciliación (katallagé)
para referirse al acto de unir a los pueblos separados por medio del evento de
la cruz, que es perdón y gracia.
La paz entonces ya no
es más ausencia de guerra y de conflicto, sino, desde una perspectiva positiva,
la paz es un conflicto dinámico que requiere ser desaprendido de su vieja visón
y re-aprendido desde una visión nueva. La paz, en términos positivos es
justicia y armonía social. La paz es un fenómeno amplio y complejo que nos
exige una comprensión multidimensional, que hace referencia a tres conceptos
íntimos: el conflicto, el desarrollo y los derechos humanos.
Una aproximación a la
definición de la paz positiva, nos permite decir que la paz auténtica es la que
oponiéndose a la guerra, realiza también todos los esfuerzos por disipar toda
discriminación, violencia y opresión que obstaculizan el desarrollo integral de
las personas en su dimensión social.
Tres
discursos sobre la paz
Ante tanto miedo y
soberbia humana, que nubla nuestra inteligencia y capacidad de discernimiento,
la palabra paz no sólo se ha vuelto plurivalente y equívoca, sino que despierta
sentimientos y emociones que no logran ver con claridad el horizonte y se
frustran.
Veamos, en un breve
repaso, alguna de las tipologías o tendencias de los discursos sobre la paz,
que sin excluirse uno de otro, se entremezclan a veces en un mismo emisor.
Existe un tipo de
discurso sobre la paz que tabuiza la
violencia. Este tipo de discurso está bien representado en la justificación de
los militarismos institucionalizados y agrupados bajo la doctrina de seguridad
nacional en el Estado de Derecho. El tema de la paz se parcializa circunscrito
a la esfera del Derecho Internacional y de los intereses de la exterioridad del
orden público. Luego del S-11 de Nueva York se defiende la inflexibilidad de la
globalización por la guerra antiterrorista. Esta lucha, la impone Buch II y el
Departamento de Estado y se interpreta como un exorcismo debido a que en todas
partes ve la cara del diablo (the devil´s face). Desde el punto de
vista jurídico-político se trata de la transformación del Estado de Derecho,
que se encuentra en continuidad con la doctrina de seguridad nacional. De
acuerdo a ciertas teorías como las de Arendt estamos frente a estados
totalitarios que no necesitan censuras de prensa debido a que los principales
aliados de estas estrategias antiterroristas son los burócratas privados quienes
detentan el poder de los medios de comunicación. La doctrina de seguridad
nacional se está incorporando lentamente en el Estado el Derecho y es eco del
S-11 N.Y. como su pretexto. Su método tradicional son las torturas y las
desapariciones. Un dato novedoso es el sistema empleado por las tropas
norteamericanas que operaron en la guerra de Irak, que realizaron torturas por
un outcoursing estableciendo un
subcontrato o tercerización con los aliados para tal fin. (Hinkelammert, 2007).
Situaciones como estas son a las que el Papa Pablo VI llamó “insidias de una
táctica de pacifismo”. (Mensaje del día de la paz, 1968).
Un segundo tipo de
discurso es el romántico o de ataraxia (ausencia de turbación) que se
abstrae de la realidad y sus conflictos sociales y asume el tema de la paz como
intimista y pacifista, buscando como privatizar la paz y evadir el conflicto. Aunque este sea un tema
más práctico que teórico, no ha dejado de tener un amplio sector de adeptos,
sobre todo en el ámbito religioso como producto de una mala interpretación de
la actitud aparentemente pacifista de Jesús.
Un tercer tipo de
discurso sobre la paz es el de la superación
de la fuerza, el que no contrapone la paz a la fuerza, sino a la guerra y a
la violencia negativa. Es la fuerza del Ahimsa (No-violencia activa) y del
Satyagraha (fuerza de la verdad) de Gandhi y Martin Luther King, que de acuerdo
al primero, la consideró la fuerza más grande que existe a disposición del
género humano. La unión del Ahimsa; una actitud de renunciar a matar y a dañar
a los seres humanos por medio el pensamientos, la palabra y la acción y del
Satyagraha, técnica de lucha política que consiste en negar la obediencia a
determinadas leyes consideradas injustas, se convierten, según Gandhi, en una
de las armas más poderosas y sofisticadas del ingenio humano para conseguir la
libertad y la igualdad entre los seres humanos. Ese tipo de discurso, basado en
la superación de la fuerza, es el que ha
tenido mayores y mejores resultados en la historia de la paz como problema
humano.
1.3
La paz en una sociedad globalizada
Los tiempos que nos
corresponde vivir, están signados por transformaciones aceleradas, acompañados
de un recrudecimiento de la violencia en distintos niveles. Desde el 11-S-NY, (atentados
terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York))la doctrina de la
Seguridad Nacional, propiciada por los Estados Unidos, ha sido relanzada en
estrategias diversas y se ha apoderado de los Estados nacionales e
implementadas con aprobaciones de leyes antiterroristas y sistemas de
seguridad, tanto público como privado.
A partir de aquí se
generó un vivo interés por dar una respuesta nueva al tema de la guerra y la
paz. Una serie de enfoques positivos sobre la construcción de la paz dieron
como resultados nuevos conceptos, teorías y actividades, orientados a crear
cambios sustantivos en las relaciones, organizaciones, comunidades y otros
sistemas humanos, con el fin de diferenciarse de los enfoques centrados en los
problemas.
Un elemento que
condiciona los enfoques positivos es el que nos proporciona la doctrina del
constructivismo social, que presenta una relación directa entre imagen positiva y acción
positiva, y donde se afirma que en todos los sistemas humanos hay elementos que
funcionan bien o que lo san hecho en el pasado. Esta doctrina no se centra no
en lo que ha ido mal en el pasado, sino en las posibilidades de producción de
cambios subrayando la visión y creación de una imagen positiva del mundo.
(Martinez, 2008)
Mientras los Estados
nacionales continúan preparándose para la guerra, sin cambiar su lógica del
conflicto y cuya solución sería la confrontación bélica para conseguir la paz,
muchos movimientos por la paz se organizan y toman iniciativas bajo la forma
no-violenta, liderados por voces como la UNESCO, que propone estrategias
en las que junto con fomentar la paz se
debe buscar al mismo tiempo el desarrollo económico y social sostenible y
equitativo, como elemento fundamental para construir una cultura de paz.
No han sido pocos los
filósofos, científicos y educadores que han reflexionado y contribuido, desde
sus fronteras propias, al tema de la paz. Luego de dos guerra mundiales,
occidente, se ha visto en la urgente necesidad de tomar medidas y provisiones
frente a la idea de desarrollo linear de la historia y a la idea también de que
el progreso y la tecnología han favorecido el olvido del imperativo de la paz.
El tema de la paz es
hoy por hoy un debate político central, sobre todo porque el peligro de una
hecatombe nuclear es cada vez más próxima. La globalización, con una cultura
bélica, su disipación de fronteras, los procesos migratorios, la
transculturalidad, la economía social de mercado, la era de la digitalización
de la información y la comunicación, empujan, cada vez más por razones éticas, a
una conciencia universal que busca imperativamente la paz de los pueblos.
Mientras en los tiempos de la guerra fría se instauró el equilibrio del terror
(Mayor, 1994), que ponía el miedo al conflicto bélico como si al producirse
éste fuera el último, sin vencederos ni vencidos, sin victoria ni paz; la
globalización ha radicalizado el problema haciendo más complejo. La lógica de
cultura bélica ha hecho que el otro sea una amenaza latente y la diversidad
cultural no sea vista como pluralidad, sino como una justificación del odio
xenofóbico. Las alianzas entre países, y principalmente de las potencias
mundiales, tiene la intensión de buscar la seguridad nacional bajo el esquema
de la guerra y la protección, ante la amenaza de perder el control y el acceso
de los recursos naturales como el petróleo, minerales que sirven de materia
prima a los países industrializado, y el recurso al agua, que es otro de los
temas que se constituirá en un factor de serios conflicto a nivel
internacional.
Por esta razón son muchos los movimientos
antimilitaristas, ecologistas y antirracistas que se organizan bajo proyectos
comunes y acciones comunitarias, solidarias y de resistencia para salvar el
planeta. La construcción de la paz es un desafío y una tarea que según Panikar
2006) debe cruzar armónicamente culturas, religiones y lenguas.
La lucha por la paz
debe ahora traducirse en acciones y compromisos concretos, con enfoques
positivos que produzcan cambios reales y nuevas relaciones sociales e
internacionales. Las declaraciones firmadas por los Estados nunca han sido una
solución definitiva al problema de las confrontaciones bélicas. Los tratados de
paz y los acuerdos para el desarme entre los países con carrera armamentística
han sido estrategias políticas engañosas que se acatan pero no se cumplen pues
están en juego intereses económicos trasnacionales multimillonarios.
Sobre esta compleja
realidad Galtung (2004) refiriere que: “…el conflicto es obvio en la sociedad
pero no lo es la violencia, ni por tanto las guerras; es precisamente el
fracaso en la transformación del conflicto lo que conduce a la violencia.
Frente a ella la paz es la capacidad de manejar los conflictos con empatía, sin
violencia y con creatividad, que permita ir más allá de las estructuras
mentales de las partes en conflicto, abriendo vías antes inexistentes de
plantear la relación social en la formación del conflicto”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario