viernes, 3 de agosto de 2007

Kierkegaard y Grigsby

El Caballero de la fe




No, no se equivoquen, no es un trabalenguas, ni jerigonza. Se trata de dos apellidos, uno es del gran pensador danés, que abrió la puerta al existencialismo, y que con su filosofía inspiraría a otros grandes como Marcel, Jaspers, Heidegger y Sartre. El otro, un conocido comentarista y analista político nicaragüense, con un apellido poco usual. Pero, ¿a qué se debe este título? No es que me interese conocer el árbol genealógico de ninguno de los dos, ni saber el significado de sus apellidos o sus escudos de armas, sino hacer un poquito de justicia en nombre de Sören, -o Severino como lo llama Grigsby-, cuyo artículo: “Kierkegaard y la fe en Dios” tiene su puño y letra (www.elnuevodiario.com.ni Pág. de Opinión, 28/7/07).

Primero: Acertó el pensador danés, -que entendió la filosofía como una desgarradora y ascética meditación introspectiva- al profetizar que tanto su biografía como su pensamiento serían motivos de estudios en el futuro. Luego, echó las bases de los grandes temas que conformarían posteriormente las directrices del pensamiento de los representantes del existencialismo: el hombre, finito y limitado, depende de su libertad y se encuentra inmerso en la corriente dramática de la existencia.

Segundo: Kierkegaard en su obra: Temor y temblor, escrita bajo el seudónimo Johannes de Silentio, plantea su modelo antropológico en una fina caracterización del caballero abrahámico de la fe. El hombre, tanto en su estadio ético como en su estadio estético se ve abocado a la desesperación. En ambos casos se trata de una vida desperdiciada. Sin embargo, para Kierkegaard, el hombre instalado en el estadio religioso representa la posibilidad de la fe como una paradoja. El filósofo no niega que en el hombre de fe, (en el hombre que sitúa la salvación de su alma por encima de todo), haya un componente psicológico egoísta, afirma sin embargo, que en la fe el mayor amor a sí mismo convive con el mayor amor al Otro (o sea, Dios).

Tercero: de acuerdo al hilo conductor de la citada obra; Ronald Green, del Instituto de Ética Aplicada en Dartmouth Collage, usa la analogía del proceso del revelado fotográfico, para exponer los diversos niveles hermenéuticos que el lector de Temor y temblor puede encontrar.
Nivel 1: Cristianismo oculto. Esta es una crítica a la visión superficial del cristianismo; en una sociedad en la que se puede ser cristiano por el simple hecho de haber nacido en una sociedad o familia de “creyentes”, o por la simple aceptación mental de los dogmas. La figura de Abraham se presenta muy simplista, y como antídoto del letargo espiritual, el autor del caballero de la fe, utiliza el relato del capitulo 22 de Génesis como una terapia de shock. Deja claro que para ser creyente es necesario, como Abraham, recorrer la senda de la angustia, de la paradoja y de la irracionalidad. En este nivel se ubica también la crítica al cristianismo de corte hegeliano, que considera la fe como un rudimentario paso al desarrollo intelectual de la filosofía racional.
Nivel 2: Psicología de la fe. La fe se mueve en el plano subjetivo; esto implica dos movimientos: primero, el abandono y resignación infinita a la voluntad de Dios; segundo, la absoluta confianza de que para Dios todo es posible. Esto no es fe ciega, ni romanticismo religioso, debemos recordar que Kierkegaard es filósofo y teólogo luterano y en él está presente el principio de “sola fide” que proclamó Martín Lutero, pero a su vez busca una explicación que justifique racionalmente su fe, lo que lo distancia de una actitud fideista. En Kierkegaard, el valor de la persona está en relación con Dios, donde el hombre puede alcanzar su plenitud situándose dialécticamente como sujeto individual ante las personas y ante Dios; así, se opone a Hegel, para quien el individuo perdía su identidad ante lo absoluto. El hombre según el filósofo danés, crece, madura y toma mayor conciencia de sí mismo, de este modo introducía dos temas claves a la reflexión filosófica que repercutirán sobretodo en el personalismo: la dimensión religiosa de la persona, cuya novedad estará en que es abordado por la filosofía contemporánea y en la perspectiva de Kierkegaard la relación personal del sujeto individual con el Tú de Dios, sin aniquilarlo. El segundo tema clave es el paso de una filosofía interesada en la relación del hombre con las cosas (relación cósica u objetal) a una filosofía que se interesa en la relación del hombre son las demás personas y en las que se incluye a Dios. (relación ambital)
Nivel 3: Las exigencias éticas. En este nivel la oposición es entre las exigencias de la ética y las de un deber absoluto para con Dios, la paradoja de que el individuo singular sea superior a las normas universales. Dentro de las varias posibilidades interpretativas de este nivel, y que buscan una justificación en contraposición al radicalismo ético de Kant y el absoluto de Hegel, Green considera que las postura ética contenidas en Temor y temblor apuntan hacia la posibilidad de una relación directa con Dios y que no tiene que estar necesariamente sujeta a forma o norma que sean igual para todos.
Nivel 4: Pecado y perdón. ¿Cómo puede el individuo particular obtener el perdón de los pecados? Abraham es ejemplo de obediencia y no escatima el sacrificio de su hijo, es probable que aquí se prefigure la relación entre Dios Padre y Cristo, como apertura de salvación a través del sacrificio. Green sostiene que es muy probable que Temor y temblor sea un contra argumento a la crítica que Kant formuló en La Religión dentro de los límites de la sola razón.
Nivel 5: Un texto transparente. En los dos primeros niveles se plantea una contraposición entre los engaños de un cristianismo superficial y las exigencias interna de la auténtica fe. En los restantes dos niveles está la visión ético-racional, que pone su acento en la fuerza humana contrapuesta a la consideración del pecado y a la convicción de que sólo Dios salva.
Cuarto: Conclusión. El pensamiento kierkergaardeano, aunque muy crítico hacia el cristianismo, la cultura y la tradición filosófica de su tiempo, especialmente contra Hegel, es teísta, no propicia una negación de Dios. La aportación de Kierkegaard pone en primer término la relación con un ser personal, Dios. Luego abre una vía de tipo ético al insistir en el carácter dramático y angustioso de la vida y en la capacidad del hombre de hacerse a sí mismo. Bajo tres conceptos fundamentales: “existencia” “verdad objetiva” y “fe”, se conjuga y articula el pensamiento del filósofo danés; señalando que nos movemos entre fases inferiores y superiores con la posibilidad de dar “saltos” o quedarnos toda la vida en la misma fase: a) la estética, en la que se vive el momento y el placer. El estético se convierte en juguete de sus propios placeres. b) fase ética, se caracteriza por la seriedad y la rigurosidad del deber moral, pero donde se puede también caer en el aburrimiento y el cansancio del cumplimiento. c) fase religiosa, aquí se elige la fe ante el placer estético y los deberes de la razón. Es el “salto” no hacia la nada, sino hacia Dios; (un salto ontológico) el Ser por excelencia, y que como expresa Kierkegaard es cuando por fin el ser humano encuentra la conciliación.
Me gustaría saber en que fase de estos estadios existenciales está Grigsby, si en las “verdades de la razón”, donde 8+4=12 y en las que todos los filósofos después de Descartes han estado (las ideas claras y distintas; verdades indubitables), o en la “verdad subjetiva”,(lo cual no significa que da lo mismo lo que creamos u opinemos) donde las verdades realmente importantes son personales y son una verdad para mí. Fe y esperanza no son emanaciones que flotan en el aire, sino posibilidades humanas que sólo tiene sentido en tanto me afectan existencialmente. No puedo saber si la persona a la que le hice algo malo me perdona hasta no vivirlo existencialmente, ni tampoco puedo saber si tal persona me quiere o no, sólo puedo creer o esperar. Esto es mucho más importante para la existencia que si el ángulo de un triángulo sea de 180º diría kierkegaard. No conozco un caso en que una persona, al momento de su muerte, haya proclamado algún teorema y alguna teoría. Como decía Unamuno al reflexionar sobre la muerte: “La esencia de la vida es irracional”. Caben dos posibilidades ante la angustia existencial de la muerte: enfrentarse consigo mismo y alcanzar la vida auténtica y trágica, aquella del que toma conciencia, del que se sabe limitado y finito; o quedar hundido en la temporalidad y lo histórico, en una existencia cotidiana, rutinaria y trivial.


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