El día 22 de junio del 2007, en la página de opinión del Nuevo Diario, uno de los periódicos de mayor circulación en Nicaragua (www.elnuevodiario.com.ni) el señor Ricardo Antonio Cuadra tituló a su artículo: El Quinto Evangelio”; sugerente título por lo demás, pero totalmente lejos de la realidad que quiso expresar. El señor Cuadra indudablemente no ha comprendido para nada lo que se conoce dentro de los estudios histórico-críticos del Nuevo Testamento como “el problema sinóptico” y la canonicidad de los escritos neotestamentarios. Por otro lado, dentro del tratado sobre la Iglesia, el señor Cuadra muestra una espesa confusión sobre el sentido histórico y teológico de la Tradición. Escritura y Tradición, junto con el Magisterio y la palabra de los teólogos de la Iglesia, constituyen lugares teológicos, (locis), principios fundamentales, de los cuales el teólogo extrae sus argumentos y pruebas. Tanto la actitud del señor Cuadra, como la de otros, que confundiendo su resentimiento hacia determinadas personas de investidura dentro de la Iglesia, atacan despiadadamente la fe de la Iglesia y sus dogmas, desconociendo el valor espiritual que ello representa para el conjunto del cristianismo y que son parte de nuestra historia. Sin el afán de polemizar, sino de aclarar algunos aspectos que tienen confundido a Cuadra, deseo puntualizar lo siguiente.
En lo que va corrido de este semestre, han sido reiterados los artículos de opinión que han puesto a la Iglesia en una posición muy poco digna de su historia y su tradición. Aún cuando quienes han expresado su pensamiento, lo han hecho apoyados en datos de la historia, no han sido objetivos, ni en su interpretación de la historia, ni menos del sentido teológico que ella implica, cuando de la Iglesia se trata. Es verdad que la Iglesia registra en largos periodos de la historia de occidente, una estrecha alianza entre el poder político y el espiritual y esto no por un simple capricho o una maquinación orquestada, con oscuras y perversas intenciones, sino por el papel que ha debido jugar en los diferentes procesos políticos e históricos. En diversos momentos de su historia, la Iglesia ha sido protagonista de los grandes sucesos que han marcado la civilización de occidente, desde la caída del imperio romano, pasando por el feudalismo, el renacimiento, la ilustración y el impacto de la modernidad. Por su naturaleza espiritual e histórica, la Iglesia no se puede sustraer a su misión, aún con sus errores y flaquezas, ella es experta en humanidad. La Iglesia en su evolución y afianzamiento de su fe no ha estado exenta de fuerzas contrarias y destructivas. Sus grandes concilios y sus formulaciones de fe han hecho posible que esta pueda dar respuestas a los grandes desafíos, tanto internos como externos. La Iglesia ha sabido permanecer incólume a los vaivenes de la historia, más allá de las crisis políticas que debieron enfrentar diversos imperios y sistemas políticos que ostentaron el poder en nuestra civilización occidental. La Iglesia, por la naturaleza propia de su misión, se vio involucrada tanto en el desarrollo político, educativo como cultural, de una civilización que recibió los mejores valores cristianos y que no desconoce que el cristianismo ha sido parte de su propia historia. Nadie puede discutir en el occidente cristiano el legado de San Agustín, de Santo Tomas de Aquino, de Anselmo, de Abelardo, de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Galileo, René Descartes, Malebranche, Leibniz, Maritain y tantos otros, científicos, teólogos, filósofos, literatos, artistas de las más diversas gamas del saber humano, y que desde su fe, supieron dar cuenta de ella en medio de los desafíos propios de cada época. El surgimiento de la Universidad es el testimonio más palpable del legado humanista y espiritual que la Iglesia ha dado a la cultura occidental. La Iglesia es mucho más que una simple estructura, y está más allá de las personas, aunque estas representes un poder espiritual y eclesial determinado. Cuando la Iglesia es atacada, amedrentada o vilipendiada, se fortalece mucho más, así ha sido siempre. Hay quienes teniendo ojos, ven con uno solo y la realidad les sale sesgada, están los que queriendo ver no pueden hacerlo, pero están los que teniendo los dos ojos buenos no quieren ver porque no pueden y esos son los ciegos que necesitan ser guiados.
Los evangelios canónico, al igual que el resto de los escritos del Nuevo Testamento son el resultado de un largo y complejo proceso de colección y selección que comenzó tempranamente dentro de la Iglesia (finales del siglo II), y en el cual los Concilios no estuvieron ajeno; en esto Cuadra no está errado, ni tampoco se puede negar que existieron más de cuatro evangelios, varios de los cuales gozaron de respeto y tuvieron condiciones de igualdad con los cuatro, pero en la decisión sobre los “cuatro canónicos” primaron los criterios de selección y fidelidad apostólica como autoridad exclusiva, esto para distinguirlos de las herejías y los evangelios de origen dudoso que se oponían al denominador común de la tradición apostólica. No fue en ningún caso una decisión antojadiza y arbitraria, sino largamente discutida y consensuada seriamente por teólogos de peso y altura dentro de la Iglesia. Es necesario aclararle a Cuadra que los evangelistas “oficiales” de la Iglesia romana, como los llama él, lo son también de la Iglesia Católica Ortodoxa, y de las comunidades Protestantes. Mateo, Marcos, Lucas y Juan, juntos representan un conjunto de tradiciones evangélicas que circularon desde muy temprano de forma oral en las primeras comunidades cristianas, a manera de kerigma o anuncio solemne y público del acontecimiento-Jesucristo, es decir, la revelación de Dios en la persona de Jesús. No fue sino hasta mediado del segundo siglo que se utilizó el término “evangelio” como palabra técnica para referirse a las narraciones escritas de los evangelistas. El proceso canónico de los Evangelios fue un evento interno de la Iglesia, y si fue bajo el amparo del Imperio romano, lo fue en tanto el edicto de Milán del año 313 ponía al cristianismo como religión oficial del Imperio y a la Iglesia con legítimos derechos para administrar los bienes de salvación. Las acciones y decisiones de la Iglesia requerían normatividad y legitimidad y no eran entonces ajenas al Imperio; que ahora caminaba bajo el signo de la cruz. Esto es parte de la historia y eso no lo podemos cambiar.
Acerca de los elementos “contradictorios” de los evangelios al que hace alusión Cuadra, debemos señalar que la sinopticidad de los evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) reside en el hecho de que a pesar de sus divergencias, ellos siguen aproximadamente un mismo esquema que pueden disponerse en una sinopsis (visión de conjunto). Recorrer atentamente las páginas de una sinopsis, permite ver y resaltar las diferencia notable en los evangelios. Las diferencias tienen un carácter literario, de estilo, topográfico, cronológico, de fórmulas, de contexto, pero nunca contradicen su mensaje de fondo, que es el kerigma (acontecimiento-Jesús). Los cuatro evangelios son cuatro perspectivas sobre un mismo acontecimiento, cada uno con su propia situación vital y sus contextos propios. Los Estudios científicos sostienen que entre Mateo, Marcos y Lucas existe una dependencia literaria con una fuente común, no así Juan, que es de un estilo diferente y usa una fuente propia. Los relatos y dichos acerca de Jesús circularon como pequeñas unidades autónomas antes de ser reunidas y amalgamadas. Esto explica la repetición, y la concatenación de dichos, las inconsecuencias, la introducción inesperada en una escena, y la integración de un dicho dentro de un relato y el empleo del mismo dicho dentro de un contexto narrativo inmediato como sucede en algunos episodios de los evangelios y que al parecer Cuadra, confusamente, los pone como ejemplo para desmentir la veracidad de los evangelios. El hecho de que un cierto número de dichos y relatos se encuentren en contexto diferentes es un indicio suplementario como unidades autónomas en la tradición oral. Estos fueron los ladrillos con los cuales se construyeron los evangelios. Ellos son elaboraciones teológicas acerca del testimonio de fe vivida e interpretada por las primeras comunidades cristianas. No son ni biografías, ni relatos historiográficos como al parecer cree Cuadra.
Finalmente, la Tradición como un “Quinto Evangelio”, sólo está en la cabeza de Cuadra, que al parecer no cuadra lo que piensa con lo que la iglesia ha vivido por siglos. La Tradición no es una cantidad de material o información complementaria a la Biblia, ni la Biblia es ante que la tradición. La tradición es fe viva, no existe como concepto abstracto, sino que es lo vivido por el ser humano dentro de una sociedad o comunidad. La tradición no existe a parte del hombre y de la sociedad, la misma decisión de fe se sitúa dentro de una tradición y de una comunidad, y no fuera de ella, la fe no nos llega sin la comunicación humana. En sentido estricto, la tradición es comunicación, es el acto de trasmitir algo (traditio, parádosis). En la tradición eclesial lo que se quiere comunicar es la Revelación y este papel se realiza interpretando y actualizando el contenido de la revelación plasmada por escrito, de manera que comunicar es re-animar, re-vivir el acontecimiento-Jesucristo en el que se desea hacer participar; esto es lo que hace San Pablo cuando se dirige a los cristianos de Corinto diciendo: Porque os transmití en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecado, según las Escrituras…” (1 Cor. 15,3), es decir, comunicación de una fe viva revelada y no un invento de la Iglesia, como piensa Cuadra.
guidase@yahoo.com
cielac@upoli.edu.ni
En lo que va corrido de este semestre, han sido reiterados los artículos de opinión que han puesto a la Iglesia en una posición muy poco digna de su historia y su tradición. Aún cuando quienes han expresado su pensamiento, lo han hecho apoyados en datos de la historia, no han sido objetivos, ni en su interpretación de la historia, ni menos del sentido teológico que ella implica, cuando de la Iglesia se trata. Es verdad que la Iglesia registra en largos periodos de la historia de occidente, una estrecha alianza entre el poder político y el espiritual y esto no por un simple capricho o una maquinación orquestada, con oscuras y perversas intenciones, sino por el papel que ha debido jugar en los diferentes procesos políticos e históricos. En diversos momentos de su historia, la Iglesia ha sido protagonista de los grandes sucesos que han marcado la civilización de occidente, desde la caída del imperio romano, pasando por el feudalismo, el renacimiento, la ilustración y el impacto de la modernidad. Por su naturaleza espiritual e histórica, la Iglesia no se puede sustraer a su misión, aún con sus errores y flaquezas, ella es experta en humanidad. La Iglesia en su evolución y afianzamiento de su fe no ha estado exenta de fuerzas contrarias y destructivas. Sus grandes concilios y sus formulaciones de fe han hecho posible que esta pueda dar respuestas a los grandes desafíos, tanto internos como externos. La Iglesia ha sabido permanecer incólume a los vaivenes de la historia, más allá de las crisis políticas que debieron enfrentar diversos imperios y sistemas políticos que ostentaron el poder en nuestra civilización occidental. La Iglesia, por la naturaleza propia de su misión, se vio involucrada tanto en el desarrollo político, educativo como cultural, de una civilización que recibió los mejores valores cristianos y que no desconoce que el cristianismo ha sido parte de su propia historia. Nadie puede discutir en el occidente cristiano el legado de San Agustín, de Santo Tomas de Aquino, de Anselmo, de Abelardo, de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Galileo, René Descartes, Malebranche, Leibniz, Maritain y tantos otros, científicos, teólogos, filósofos, literatos, artistas de las más diversas gamas del saber humano, y que desde su fe, supieron dar cuenta de ella en medio de los desafíos propios de cada época. El surgimiento de la Universidad es el testimonio más palpable del legado humanista y espiritual que la Iglesia ha dado a la cultura occidental. La Iglesia es mucho más que una simple estructura, y está más allá de las personas, aunque estas representes un poder espiritual y eclesial determinado. Cuando la Iglesia es atacada, amedrentada o vilipendiada, se fortalece mucho más, así ha sido siempre. Hay quienes teniendo ojos, ven con uno solo y la realidad les sale sesgada, están los que queriendo ver no pueden hacerlo, pero están los que teniendo los dos ojos buenos no quieren ver porque no pueden y esos son los ciegos que necesitan ser guiados.
Los evangelios canónico, al igual que el resto de los escritos del Nuevo Testamento son el resultado de un largo y complejo proceso de colección y selección que comenzó tempranamente dentro de la Iglesia (finales del siglo II), y en el cual los Concilios no estuvieron ajeno; en esto Cuadra no está errado, ni tampoco se puede negar que existieron más de cuatro evangelios, varios de los cuales gozaron de respeto y tuvieron condiciones de igualdad con los cuatro, pero en la decisión sobre los “cuatro canónicos” primaron los criterios de selección y fidelidad apostólica como autoridad exclusiva, esto para distinguirlos de las herejías y los evangelios de origen dudoso que se oponían al denominador común de la tradición apostólica. No fue en ningún caso una decisión antojadiza y arbitraria, sino largamente discutida y consensuada seriamente por teólogos de peso y altura dentro de la Iglesia. Es necesario aclararle a Cuadra que los evangelistas “oficiales” de la Iglesia romana, como los llama él, lo son también de la Iglesia Católica Ortodoxa, y de las comunidades Protestantes. Mateo, Marcos, Lucas y Juan, juntos representan un conjunto de tradiciones evangélicas que circularon desde muy temprano de forma oral en las primeras comunidades cristianas, a manera de kerigma o anuncio solemne y público del acontecimiento-Jesucristo, es decir, la revelación de Dios en la persona de Jesús. No fue sino hasta mediado del segundo siglo que se utilizó el término “evangelio” como palabra técnica para referirse a las narraciones escritas de los evangelistas. El proceso canónico de los Evangelios fue un evento interno de la Iglesia, y si fue bajo el amparo del Imperio romano, lo fue en tanto el edicto de Milán del año 313 ponía al cristianismo como religión oficial del Imperio y a la Iglesia con legítimos derechos para administrar los bienes de salvación. Las acciones y decisiones de la Iglesia requerían normatividad y legitimidad y no eran entonces ajenas al Imperio; que ahora caminaba bajo el signo de la cruz. Esto es parte de la historia y eso no lo podemos cambiar.
Acerca de los elementos “contradictorios” de los evangelios al que hace alusión Cuadra, debemos señalar que la sinopticidad de los evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) reside en el hecho de que a pesar de sus divergencias, ellos siguen aproximadamente un mismo esquema que pueden disponerse en una sinopsis (visión de conjunto). Recorrer atentamente las páginas de una sinopsis, permite ver y resaltar las diferencia notable en los evangelios. Las diferencias tienen un carácter literario, de estilo, topográfico, cronológico, de fórmulas, de contexto, pero nunca contradicen su mensaje de fondo, que es el kerigma (acontecimiento-Jesús). Los cuatro evangelios son cuatro perspectivas sobre un mismo acontecimiento, cada uno con su propia situación vital y sus contextos propios. Los Estudios científicos sostienen que entre Mateo, Marcos y Lucas existe una dependencia literaria con una fuente común, no así Juan, que es de un estilo diferente y usa una fuente propia. Los relatos y dichos acerca de Jesús circularon como pequeñas unidades autónomas antes de ser reunidas y amalgamadas. Esto explica la repetición, y la concatenación de dichos, las inconsecuencias, la introducción inesperada en una escena, y la integración de un dicho dentro de un relato y el empleo del mismo dicho dentro de un contexto narrativo inmediato como sucede en algunos episodios de los evangelios y que al parecer Cuadra, confusamente, los pone como ejemplo para desmentir la veracidad de los evangelios. El hecho de que un cierto número de dichos y relatos se encuentren en contexto diferentes es un indicio suplementario como unidades autónomas en la tradición oral. Estos fueron los ladrillos con los cuales se construyeron los evangelios. Ellos son elaboraciones teológicas acerca del testimonio de fe vivida e interpretada por las primeras comunidades cristianas. No son ni biografías, ni relatos historiográficos como al parecer cree Cuadra.
Finalmente, la Tradición como un “Quinto Evangelio”, sólo está en la cabeza de Cuadra, que al parecer no cuadra lo que piensa con lo que la iglesia ha vivido por siglos. La Tradición no es una cantidad de material o información complementaria a la Biblia, ni la Biblia es ante que la tradición. La tradición es fe viva, no existe como concepto abstracto, sino que es lo vivido por el ser humano dentro de una sociedad o comunidad. La tradición no existe a parte del hombre y de la sociedad, la misma decisión de fe se sitúa dentro de una tradición y de una comunidad, y no fuera de ella, la fe no nos llega sin la comunicación humana. En sentido estricto, la tradición es comunicación, es el acto de trasmitir algo (traditio, parádosis). En la tradición eclesial lo que se quiere comunicar es la Revelación y este papel se realiza interpretando y actualizando el contenido de la revelación plasmada por escrito, de manera que comunicar es re-animar, re-vivir el acontecimiento-Jesucristo en el que se desea hacer participar; esto es lo que hace San Pablo cuando se dirige a los cristianos de Corinto diciendo: Porque os transmití en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecado, según las Escrituras…” (1 Cor. 15,3), es decir, comunicación de una fe viva revelada y no un invento de la Iglesia, como piensa Cuadra.
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