miércoles, 21 de marzo de 2007

La muerte de un Dictador


CUANDO EL COCODRILO DEJO DE LLORAR


El cocodrilo es un reptil depredador, que habita en grandes río de zonas intertropicales. Siempre está al acecho de cualquier victima que caiga en sus mortíferas mandíbulas. Posee técnica de cacería que puede sorprender en el acto sin que nadie se le resista. En tanto la atrapa, no existe ninguna posibilidad de escapar de ser triturado y deglutado. Existe una fábula que cuenta que una vez que el cocodrilo devora a sus victima y se las traga, este arroja lágrimas como dando muestras del pesar causado a su presa. Verdad o no de esta fábula, lo cierto es que el cocodrilo es un reptil con el que hay que tener mucho cuidado y observarlo desde lejos, porque su actitud, serena y pausada pero altamente traicionera, de pronto se puede convertir en una acción de las más violentas y mortales.

En Santiago de Chile, el día 10 de Diciembre, en que paradójicamente se conmemora el día Internacional de los Derechos Humanos, dejó de existir el General Augusto Pinochet Ugarte, victima de un paro cardiaco. El veterano militar pasó a formar parte de la galería de dictadores que cambiaron el rostro de la democracia de los países del sur de América Latina en los últimos treinta años, pero que se erige como uno de los más controversiales dictadores, sangriento y déspotas que haya conocido la historia de Chile. Fue nombrado por el extinto presidente Salvador Allende, como comandante en Jefe del Ejercito de Chile, por ser un hombre que dio muestras de confianza al presidente para ocupar tan alto cargo. A continuación del golpe militar del 11 de Septiembre de 1973 salió a la luz la actitud vil y traicionera de un General que traicionó la voluntad de un pueblo, para obedecer a mezquinos intereses de una minoría oligarquica. Más de tres mil personas cayeron victimas de torturas, desapariciones, y fusilamientos, sin contar la gran cantidad de ciudadanos que tuvieron que dejar su tierra y a sus familiares para marcharse al exilio, como tantos otros que debieron soportar la deportación dentro del territorio nacional, siendo forzados a vivir en el árido desierto del Norte chileno o en las australes y fría tierra del Sur, donde algún pueblo, casi perdido en el mapa, sirvió de cárcel. Hombres, mujeres, jóvenes, intelectuales, obreros, artistas, campesinos, dirigentes sindicales, académicos, estudiantes de secundaria y universitarios; todos, sufrieron la horrible pesadilla de ser un “preso político” y soportar torturas y vejámenes, condenados por el simple hecho de pensar distinto y tener un sueño: el de ver a un Chile con más justicia e igualdad sin distingos.

El General Pinochet, jamás quiso reconocer ni aceptar su responsabilidad e implicancia por las torturas y crímenes en la “Caravana de la Muerte”, “Operación Cóndor”, “Operación Colombo” y los centros de detención y tortura clandestinos manejados por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) instalados en Villa Grimaldi; fueron verdaderos atentados contra los Derechos Humanos. Siempre esgrimió el argumento de una guerra contra el marxismo, al que había que arrancar de raíz, Asumió la actitud mesiánica de creer que su misión de salvar a Chile del marxismo-leninismo, se la otorgó la providencia y frente a eso él no se podía retractar, ni menos pedir perdón a los familiares de los torturados, exiliados, muertos y desaparecidos.

A diferencia del cocodrilo depredador, que según la fábula, derrama una lágrima por sus victimas, el viejo General, fiel a su formación y disciplina militar prusiana, siempre demostró ser inmune frente al dolor y al desgarro de madres, padres, hermanos, amigos y parientes; de los que por creer en un Chile diferente, fueron acusados injustamente, y sometidos a procesos militares sin el menor grado de conmiseración.

Chile vivió los años más amargos de su historia; bajo una dictadura impía y atroz, manejada por el General Pinochet y con el beneplácito de la Derecha oligárquica. Es verdad, Chile ha cambiado del cielo a la tierra en los últimos veinte años, su desarrollo económico ha sido sostenido, y se ha puesto a la cabeza de los países de América Latina con un modelo económico digno de imitar, pero el costo social que se tuvo que pagar para cambiar el rostro político económico y social de Chile, significó vidas humanas. Los dioses del mercado se cobran los beneficios y el desarrollo de un país con vidas humanas, y siempre son los más pobres los que sufren y pagan el precio del sacrifico del altar. Pinochet ya no está, el cocodrilo dejó de llorar, dejó una huella, pero no para seguirla, como las que dejan los grandes maestros espirituales de la historia, sino para tomar conciencia que a partir del dolor de tantos y tantas personas que sufrieron, bajo las mandíbulas del cocodrilo, nunca más en Chile, ni en ningún otro país de nuestra América morena, se vuelva a repetir la confrontación fratricida, ni hayan más sacrificios humanos, ni a favor del mercado, ni de los imperios, sino que prevalezca siempre el entendimiento, la racionalidad, el diálogo, la capacidad del perdón, la tolerancia y la libertad de pensamiento y de expresión, en todos los ámbitos de la vida personal y social. El viejo cocodrilo se fue sin recibir los honores de un Jefe de Estado; eso deja en paz a muchos chilenos que han tenido que vivir en un Chiles dividido: el Chile de la dictadura que abortó la utopía del socialismo y recibe en abundancia los beneficios del mercado y el Chile de los pobres, que siempre esperan; como el mendigo de la parábola del evangelio, las migajas de debajo de la mesa.


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